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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Pablo (Alfredo Mayo), un amigo de Julián (López Vázquez), acaba de casarse con Elena (Geraldine Chaplin), una sofisticada extranjera. Julián se obsesiona tanto con ella que empieza a cortejar y a tratar de cambiar el aspecto físico y los hábitos de la enfermera que atiende su consulta, ya que se parece bastante a Elena. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2024
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En 1967 ocurre todo un acontecimiento para la filmografía de Carlos Saura y, por tanto, para la historia de nuestro cine. Tras haber buceado en terrenos del realismo político más absoluto (su obra cumbre al respecto es la magistral “La caza”), Saura estrena “Peppermint Frappé” y, con ella, un nuevo tipo de cine vocacionalmente intelectual y críptico con alma pop que me apasiona, desde un distanciamiento y una frialdad hacia sus personajes tremenda y que generará una obra maestra tras otra. En este caso, el film pareciere nacido para homenajear a Luis Buñuel y a Alfred Hitchcock de manera expresa y confesa a través de una corriente psicoanalítica apasionante donde todo tipo de represiones sexuales, voyeurismo, fetichismo e introversión patológica se ceban con su personaje protagonista.

La influencia de Buñuel a lo largo de los 92 minutos de metraje del film es más que evidente, tambores de Viernes Santo de Calanda incluidos que suponen una suerte de resorte onírico a lo largo del film. Pero es obvio que Saura crea esta obra maestra con “Vértigo” de Alfred Hitchcock claramente en su cabeza, no sólo por la ambigüedad de los dos personajes (morena y rubia para que resulte más evidente) interpretados simultáneamente por la diosa Geraldine Chaplin sino por un plano concreto de la cinta que directamente es una reproducción fidedigna de una inolvidable escena de “Vértigo”. Los aspectos psicológico-psiquiátricos de la película igualmente la conectan directamente con el maestro británico, pero lejos de cualquier atisbo de clasicismo y bañados por las veleidades pop del momento.

Existe un tercer elemento importante a destacar: Carlos Saura es el primer cineasta que está convencido del poder dramático que el inmenso José Luis López Vázquez alberga en su seno y le entrega un personaje en las antípodas de lo que había rodado hasta el momento, puro protagonista de una tragedia a años luz de sus papeles cómicos. Otros directores con posterioridad seguirían la senda de Saura y escarbarían en la magistral vena dramática de uno de los mejores actores de la historia del cine mundial.

El guión, basado en una idea de Saura desarrollada por Rafael Azcona y Angelino Fons, ni más ni menos, nos asoma al aterrador interior de un médico de Cuenca (José Luis López Vázquez) que se reencuentra con un amigo de la infancia (Alfredo Mayo) que acaba de casarse con una bellísima mujer mucho más joven que ellos (Geraldine Chaplin). Entre los tres se conforma un extraño triángulo de bordes difusos que se va desarrollando al calor del alcohol del Peppermint Frappé del título. La mujer en cuestión se parece enormemente a la enfermera que trabaja con el médico (Ana, también interpretada por Geraldine Chaplin). Los recovecos más oscuros de la mente irán tiñendo de oscuro el desarrollo de la historia.

Espléndida fotografía de colores saturados (siguiendo la estela de “Blow Up” de Michelangelo Antonioni, estrenada el año anterior a ésta) y ambientes burgueses la que firma Luis Cuadrado y, como siempre, la música es protagonista vital en el cine de Saura, dejando algunos bailes épicos de sus protagonistas con un temazo de Los Canarios titulado igualmente “Peppermint Frappé”, como es marca de la casa.

Saura obtuvo por esta película el Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1968 que le abrió la puerta al tremendo éxito y reconocimiento mundial de uno de los más grandes cineastas del cine europeo de todos los tiempos.
Sergio Berbel
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