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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Carlos es el sastre más prestigioso de Granada. Un hombre respetable. Sus pasiones son el trabajo y sobre todo la comida, pero no come cualquier cosa: se alimenta de mujeres desconocidas, con las que no tiene ningún vínculo emocional. Esa situación cambia el día en que conoce a Nina, una joven rumana que busca desesperadamente a su hermana gemela, que ha desaparecido hace unos días. (FILMAFFINITY)
25 de diciembre de 2021
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Tras llamar la atención sobremanera con “La flaqueza del bolchevique” y “Malas temporadas”, Manuel Martín Cuenca decidió volver (al parecer de forma definitiva) a su Andalucía natal para comenzar una gira por las distintas provincias que la forman para radiografiar el cuerpo y el alma de nuestra tierra a través de meras excusas argumentales de thriller que acaban escondiendo dramas psicológicos profundos que retratan las distintas idiosincrasias andaluzas. Tras la inicial soterrada y ventosa Almería de “La mitad de Óscar”, le llegó el turno a la gélida Granada con “Caníbal”.

Tan sólo con el plano secuencia inicial con el que arranca esta obra maestra imprescindible ya eres consciente de que estás, más que contemplando una película, dentro de una experiencia inmersiva que va a trastornarte sin remedio. A partir de ahí, vuelve ese Martín Cuenca perfectamente reconocible que idolatro, forjando inquietantes y perturbadoras historias a través de planos fijos, fueras de campo de tensión insoportable, detalles escabrosos cincelados con un primor exquisito y un silencio soterrado en torno a sus protagonistas realmente acongojante.

Planteamiento estético sobrio, árido, certero, medido, pausado, exacto, al servicio de una historia mucho más fría que la Granada de la gran nevada del 28 de Febrero de 2012, que aparece precisamente en una preciosista escena a mitad del metraje de la cinta. Todo esto para llevarnos hacia la cara criminal que esconden las personas de bien y apariencia intachable, que parece simple en su superficie pero cargada de complejidad en su alambicada estructura interna y que va evolucionando hasta el paroxismo final.

Pudiera parecer que se trata tan sólo de la historia de un sastre granadino con una dieta muy especial: come carne humana. A partir de ahí, el genial Manuel Martín Cuenca logra trenzar un thriller medido y gélido, como sus paisajes granadinos, como mero instrumento para retratar el aspecto más oscuro del granadino, como ya hiciera previamente con el almeriense en “La mitad de Óscar” y con posterioridad con el mundo de las apariencias sevillanas en “El autor” y de la opresiva Cazorla jiennense en “La hija”.

Porque Granada es una protagonista más de la historia, o quizás la gran protagonista principal del film, como marca de la casa del cine de Martín Cuenca, donde paisajes reconocibles juegan un papel protagonista junto a sus actores.

Y luego está Antonio De la Torre, y ahí se me acaban las palabras para determinar la magnitud de su interpretación. En una de esas encarnaciones antológicas que jamás pueden olvidarse después de vistas, de rostro tan árido e impenetrable como los paisajes de Sierra Nevada donde transcurre una parte de la historia. Todo el metraje de la cinta gravita sobre sus hombros y él lo sostiene a pulso conformando un caníbal tan creíble como apasionante, tan impresionante como perturbador.

Y, por último, se asoma la Semana Santa granadina, como parte de la gran fiesta cultural de Andalucía, en su tramo final. Porque entre el homenaje, el marco contextualizador y la crítica soterrada, Manuel Martín Cuenca cede parte de su elipsis conclusiva a las corporaciones nazarenas para conformar una obra maestra de visionado imprescindible, como todo lo que lleva su firma.

Que el Premio Goya a la Mejor Fotografía recayera en Pau Esteve Birba por esta película era algo mucho más que justo y necesario.
Sergio Berbel
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