Esta segunda parte de Terminator constituye otro de los no tan escasos ejemplos que confirman que, a veces, segundas partes fueron mejores que las primeras. Ya ocurrió con “El padrino”, con “El Imperio contraataca” o con “28 semanas después”, entre otras. Quizá en lo único que sale perdiendo esta segunda entrega es en la capacidad de sorpresa, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de la gente que fue a su estreno no había visto la apertura de la saga. Creo que todos los personajes mejoran, con la excepción del breve cameo de Michael Biehn, cuyo discursito romántico sobra. Y sobre todo, mejora el villano, un cyborg plástico que, 17 años después, sigue impactando. Furlong es otro feliz hallazgo.
Para muchos, esta película marcó la mayoría de edad de los efectos infográficos, pero su repercusión no hubiera sido tan grande si no hubiera estado respaldada por una buena historia, un personaje emblemático, acción a raudales, muy buenos efectos especiales, no sólo a través de ordenador, e incluso una banda sonora que supo aprovechar el tirón que por aquella época tenían Axl Rose y sus chicos. Puede que el guión no sea perfecto, pero está mucho más trabajado y es más complejo que el de la primera parte; y como espectáculo de entretenimiento conserva toda su fuerza. Un punto macarra, un punto blandengue, pero un clásico del género.