De la dudosa filmografía de Emmerich quizá sea ésta su película menos irritante. Ahí están todos sus estilemas: situaciones apocalípticas que deben afrontar un grupo de héroes anónimos, valores solidarios, soberbia humana, una oleada de destrucción, imágenes espectaculares y un final blandengue. Todo muy bíblico. Y los yanquis salvando al mundo porque los demás somos gilipollas.

Pero a Emmerich le pierde la exageración. Para mí que su verdadero nombre es Emmerichskoetxea, y que es del mismo Bilbao. Así que obviemos las absurdidades científicas, como un clima que cambia a ritmo de -10 grados por segundo, nada menos, o un carguero ruso surcando a sus anchas una avenida neoyorquina. Eran los tiempos en que todo el mundo andaba acojonado con eso del calentamiento global y nos creíamos cualquier cosa. Afortunadamente, cada vez está más claro que no era para tanto. Lo siento por ti, Al.

Al margen de estas salidas de tono, que se dan por hechas en una película de Emmerich, como film de género está bastante logrado; la gente sufre un poquito, pero siempre hay lugar para un mundo mejor. Tiene su puntillo el otro lado del Río Grande, por cierto. Nada sorprendente, pero relativamente entretenida y con algunas imágenes impactantes. Es lo mínimo que se puede pedir a una de desastres, cuya calidad, y no sólo las de don Rolando, deja habitualmente mucho que desear. Es que hay algunos que parece que van buscando reflexiones metafísicas o hipótesis científicas en las pelis de este palomo. A ver si nos oreamos, joder.