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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
3
Drama Galicia, años 40. Al mismo tiempo que sortea los rigores de la posguerra, Elena (Verdú) y su hijo Lorenzo (Roger Princep) mantienen las apariencias para ocultar los secretos de la familia: Elenita (Irene Escolar), la hija adolescente, se ha fugado embarazada con su novio Lalo (Martín Rivas), un joven fichado por la policía; y su marido (Javier Cámara) vive oculto en un hueco practicado en el dormitorio matrimonial. Por si fuera poco, la ... [+]
5 de marzo de 2009
23 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando a una peli le fallan las interpretaciones, malo.

Cuando a una peli con semejante potencial dramático se le vislumbra un planteamiento narrativo tan endeble y simplón, peor.

Pero cuando, encima, un bodriete así resulta ser la candidata española al Oscar en el apartado de mejor película de habla no inglesa, apaga y vámonos.

Poco más podría decir de este insulso diario de un diácono lascivo, fascista y entrometido hasta la náusea en el que rebosan los tópicos y clichés de siempre, las caracterizaciones pueriles y una falta de frescura y talento deplorables. Inusual, por cierto, en tipos como José Luis Cuerda y Rafael Azcona. Lamento, sobre todo, la triste despedida de éste último. Su adiós al mundo del cine no pudo ser más ‘discreto’. Como su propio sepelio. Afortunadamente, la gran mayoría no le recordaremos por “Los girasoles ciegos”. Pelis como “Plácido”, “El verdugo” o “La gran comilona” se encargarán de rendirle el tributo que se merece. De eso estoy completamente seguro.

Tan solo me queda reiterar, por si no ha quedado suficientemente claro en el título de esta crítica, a quién van destinadas todas y cada una de mis tres estrellitas. Su nombre no necesita presentación. Maribel Verdú. Una tremenda actriz que no necesita enseñar cacho para merendarse la pantalla. Todo lo contrario a Raúl Arévalo. Su personaje (el puto diácono) es irritante y antipático, de acuerdo, pero su interpretación resulta, a la vez, tan y tan lamentable que no podrás dejar de pensar durante todo el metraje en esa desagradable sensación que lleva por nombre vergüenza ajena.

¿El summum?

Ver lo mal que fornica el hermano Salvador con su propia almohada.
Taylor
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