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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Aventuras. Acción Año 1936. Indiana Jones es un profesor de arqueología, dispuesto a correr peligrosas aventuras con tal de conseguir valiosas reliquias históricas. Después de una infructuosa misión en Sudamérica, el gobierno estadounidense le encarga la búsqueda del Arca de la Alianza, donde se conservan las Tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés. Según la leyenda, quien las posea tendrá un poder absoluto, razón por la cual también la buscan los nazis. (FILMAFFINITY) [+]
20 de mayo de 2011
46 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría haber sido cualquier otra, pero “En busca del arca perdida” es la típica peli que me viene que ni pintá para postularme, una vez más, como abogado defensor del proletariado cinéfilo. Posiblemente, el colectivo más vejado, repudiado, detestado y condenado de toda la página.

¿Qué exagero? Ni mucho menos. En FA está muy bien visto que te guste el cine clásico, el independiente, el de clase B, el de culto, el de género, el de arte y ensayo, el japonés, el iraní y el checo. Pero si dices que te gusta el cine comercial, estás jodido. Al principio te mirarán como a un bicho raro e intentarán convencerte para que dejes ese feo vicio y reconduzcas tu pervertida trayectoria de la mano de cineastas de inmaculado pedigrí como Dreyer, Antonioni, Resnais, Tarkovsky, Tarr, Angelopoulos u Oliveira. Pero si persistes en tu empeño y sigues bebiendo los vientos por Hitchcock, Huston, Hawks, Lean, Spielberg, Scorsese o Eastwood, lo más probable es que tus colegas más gafapasteros empiecen a mirarte como un pobre diablo sin posibilidades de redención y que, acto seguido, saquen a colación —con toda esa prepotencia tan repugnante— los típicos chistes sobre cuencos de palomitas, neuronas enlatadas, el opio del pueblo y la madre que los parió.

Aún así, si tenéis algo de personalidad y lo que os gusta verdaderamente es el cine comercial de calidad, no temáis. La sempiterna batalla entre gafotas y palomiteros la tenemos ganada los segundos. De eso no os quepa la menor duda. Entre otras cosas porque si el cine es la manifestación artística más divulgada y popular del s. XX y XXI es, precisamente, gracias al cine comercial. Y si nosotros mismos podemos considerarnos cinéfilos también es, fundamentalmente, gracias al cine comercial. Al cine popular. Al cine que mamamos desde pequeños. Al cine que nos inoculó en las venas el amor y la pasión por el séptimo arte. Y eso jamás —repito: jamás— deberíamos olvidarlo.

Porque no, señores, no se trata de negarse a pensar, ni a reflexionar, ni a evolucionar como cinéfilos. Se trata de valorar en su justa medida ese cine que nos ha convertido en lo que somos: unos putos yonkis que necesitamos nuestra dosis diaria de celuloide como el aire que respiramos. Y eso, en mi caso, no lo consiguieron ni “Stalker”, ni “Persona”, ni “Mullholland Drive” ni “El espíritu de la colmena”; pelis, por otro lado, que me encantan. Lo consiguieron “Ben-Hur”, “El planeta de los simios”, “Lawrence de Arabia” o, como no, “En busca del arca perdida”. Pelis comerciales de calidad que me enseñaron una senda a seguir y a las que siempre les estaré eternamente agradecido.

Un ochaco como un castillo, pues, para una de esas pelis de aventuras que te marcan de chavalín y que —contrariamente a lo que muchos ‘gafas’ creen— revisten mucha más trascendencia histórica que otras de mayor calibre intelectual. Negarse a admitirlo es, pura y simplemente, una cuestión de dioptrías. Yo tengo pocas. Quizás por eso lo tengo claro ;)
Taylor
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