Si me preguntaran cuál es la mejor película de Guy Ritchie, tendría que decir “Snatch”. Aunque (injustamente) no salga en las películas mejor valoradas de tal o cual web, su estilo y su concepto narrativo son historia del cine y su impacto fue brutal. El que la ha visto, no la olvida. Y, sin embargo, mi película favorita de Ritchie es “Sherlock Holmes”, donde lleva al límite todos los elementos que hicieron mítica a “Snatch” y, junto con el protagonismo del genial Robert Downey Junior, crea una película igual de memorable, más pulida y mucho más intensa. Pero, ojo, si la pregunta fuese qué película de Ritchie me ha hecho disfrutar como un enano, dejando a un lado cualquier otra consideración de calidad, la respuesta tendría que ser esta “Rey Arturo: La leyenda de Excalibur”.

Y eso que reconozco que es una película complicada, una extravagante fusión de la tradición artúrica con las fantasías medievales modernas de complicada digestión para los más puristas. Pero qué queréis que os diga. Puede que peque de generosidad hacia Ritchie, pero donde casi todos (no sólo críticos estirados, sino también mucho público en general) han visto un batiburrillo de maquetas XXL, croma verde, elementos cgi y todo un arsenal de brujos, demonios y caballeros, a mi me ha parecido encontrar una explosión de imaginación perfectamente controlada: una introducción exageradamente colorista que hace uso de un arte conceptual más en la línea de la fantasía élfica de Tolkien que de los ciclos tradicionales del Rey Arturo, que da paso a un desarrollo más convencional en el que ya se pueden reconocer los elementos narrativos tipicos de Ritchie, sus conversaciones eléctricas, sus personajes macarras y los flashbacks anidados.

A lo mejor me equivoco, pero “Rey Arturo: La leyenda de Excalibur” está hecha con una única intención: entretener. Y lo consigue sobradamente. Cuando no es por sus apabullantes grafismos (tengan o no sentido), es por sus diálogos ingeniosos, por las salidas de tono de los personajes, por los cameos de famosos o por sus escenas de acción. Quien diga que la película pone patas arriba todos los lugares comunes del canon miente o se equivoca: la película se los pasa directamente por el forro. Ritchie ni intenta disimular que ha hecho lo que ha considerado más conveniente para entretener o lo que podía resultar más espectacular.

¿Es una planteamiento acertado? En mi opinión sí, por dos razones. La primera, porque funciona, está dirigida como mucha maestría y las dos horas pasan en un suspiro. La película no necesita ni cinco minutos para vencer posibles rechazos mentales a una propuesta que se aleja tanto de las tradiciones y centrar al espectador única y exclusivamente en lo que pasa en la pantalla. La segunda porque Arturo es un personaje ya demasiado manoseado en el que las nuevas revisiones que profundizan en presuntas componentes históricas o psicológicas terminan siempre dando lo mismo al espectador: Merlín, la espada, la piedra, Mordred y Morgana. La exótica y disruptiva propuesta de “Rey Arturo: La leyenda de Excalibur” la hacen diferente y capaz de hacerse un hueco entre tanto convencionalismo.

Puede gustar más o menos. Su calidad puede ser más o menos discutible. Pero quien diga que se aburrió, miente. Por la razón o los intereses que sean, pero miente.