Empieza siendo una agradable sorpresa, con Gerald Butler haciendo un papel medio decente en lo que parece una película seria, alejada de los trabajos a cambio de comida que venía haciendo el que parecía llamado a grandes cosas en el género de acción. Luego empieza un runrún mental de que algo no encaja que cristaliza en un «ostras, no puede ser» y termina con una notable decepción.

Pero vayamos por partes. Gerald Butler. Me cae bien, la clase de tío que sabes que es buena gente, que ha hecho notables interpretaciones como la de “300” y del que los listos de la industria se aprovechan para exprimir su físico y luego tirarlo en la cuneta cuando el público se cansa de él, en el clásico ciclo de pasar de estrella de acción a guapo de comedias románticas, luego a cachitas lerdo en comedias gamberras y, finalmente, de relleno en pelis de aventuras o reclamo de serie B. El pobre ya estaba en el penúltimo peldaño, rebañando el caldero en segundas y terceras partes de algunos de sus éxitos, cuando le ofrecen un papel hecho a su medida: líder duro con licencia para el sarcasmo, todo un caramelito en el que él se siente en su salsa y hace subir varios puntos a la película. Hace de bueno y enfrente tiene a una banda de malotes supercarismática, con un tal Pablo Schreiber, todo un descubrimiento para mí, hermanastro del más conocido Liev Schreiber, a la cabeza, de esos delincuentes que estás desenado que salgan con la suya porque molan. Entre buenos y malos se organizan varios tomas y dacas muy bien rodados, espectáculo puro del que te tiene agarrado al sillón disfrutando mientras la película va cogiendo ritmo en forma de grandioso atraco perfecto.

Hasta aquí nada que objetar, salvo la introducción de ciertos elementos secundarios con manifiestas intenciones cómicas que la película no necesita. También es cierto que el runrún del que hablaba antes va creciendo en intensidad a medida que el argumento nos quiere sonar a algo, nos va sonando a algo, claramente se va pareciendo a algo ya visto… y, coño, es que cambias cuatro detalles superficiales y lo que tienes es el argumento de “Heat” de Anthony Mann. ¿Casualidad? ¿Coincidencia? Cualquier sospecha se disipa cuando llegando al final vemos la icónica escena del tiroteo en el atasco, no fusilada plano a plano, pero casi, no hay la más mínima concesión a la duda: es “Heat”. Nos hemos comido, hasta ese momento, dos horas de plagio encubierto. Pero lo peor está por llegar. “Heat” tenía ese final agridulce, que no a todos gusta, como uno de los momentos estelares, de esos que suben una buena película a la categoría de Película con mayúscula. Pues “Juego de Ladrones” toma lo peor de ese final, el sabor, y lo empeora con un nuevo añadido final por su cuenta y riesgo totalmente frívolo y superficial que, aparte de ser bastante anticlimático, suena a burla. No sé, es como arriesgarse a copiar todo el examen de Historia al empollón de la clase y terminar añadiendo innecesariamente alguna patochada como que Los Reyes Catódicos eran Belén Esteban y Kiko Matamoros, que algo de humor nunca falla.

“Juego de Ladrones” no está mal. La acción es de calidad, la trama es enrevesada pero comprensible y la narración ágil y divertida, de esos montaje con fuerza y potencia en los que pasan todo el rato muchas cosas a la vez y van dando pistas para que las recogas y las juntes más adelante. De hecho, entretiene, especialmente mientras no notas el ‘homenaje’ a “Heat”. Otra cosa es que podría haber quedado mejor limitándose a ser una copia o, mejor aún, haciendo una película con identidad propia (que recursos no faltaban).