Sin paños calientes: “Defendor” no es una buena película. Está llena de buenas intenciones y desborda ternura... pero no es suficiente para considerarla una buena película. Por esa regla de tres, ni siquiera “Casi 300” sería un truño infame sino un inocente pero desafortunado intento de aliviar tensiones a través de la risa. No, definitivamente intentarlo no es suficiente y dejarnos llevar por los sentimientos y las ganas de ponernos una venda en los ojos para subirle dos puntos sería deshonesto para otras películas igual de limitadas que optaron por no dejarse llevar por el buen rollo. Peor aún: sería animar a aventureros y directores de fortuna a imitarla y hacer truñetes baratos formados por noventa minutos de paja y diez de edulcorante.

Una película no puede ser buena si te pasas tres cuartas partes de la preguntándote si está hecha en serio o de coña y la cuarta parte restante dudando de si te están tomando por idiota. Tampoco puede ser buena si salta de la parodia al drama y de la tragedia a la sátira sin solución de continuidad, sin cerrar ciclos, con la permanente sensación de que nos quedamos a medias en todo y no vamos a ninguna parte. Nada de carcajada, nada de risas, tan solo alguna sonrisa tierna en algún momento especialmente original… y ninguna conclusión: si la cosa iba en serio parecía una obra experimental, si iba de coña no tenía ni pizca de gracia.

Si alguien pretendía que me pusiera a pensar en la recuperación de ciertos valores morales como la dignidad, el defensa del débil, el valor de los pequeños hombres y las pequeñas cosas, conmuigo han fracasado rotundamente. Aún reconociendo la originalidad y la osadía de ciertos momentos, casi todó el metraje me lo pasé pensando cuánto quedaba para el final.

Desangelada, fría, con interpretaciones desganadas y escasa iluminación en un intento de tapar carencias... todo muy canadiense. Castaña tirando a truño, en la línea de “Interview” o “Delirious”, exhibiendo sencillez argumental y amateurismo técnico como muestras de lo orgullosos que están de su bajo presupuesto y de su independencia respecto a Hollywood (mucho me temo que Hollywood también está igualmente orgulloso de que estas películas se independicen). Tan sólo Woody Harrelson, cierta valentía en su labor de conciencia social y algo de originalidad la salvan de utilizar groserías para describir las sensaciones que experimenté.