Flojísima comedia sin gracia que hace que “Poli de guardería” y “Un canguro superduro” parezcan cine de Billy Wilder. En un derroche de ingenio lírico, el menos talentoso equipo de guionistas de Hollywood desde “Super Nacho” consideró que sería una apuesta segura colocar a Jonah Hill, el (por entonces) gordito simpático oficial, a cuidar a tres gamberretes para que le humillasen constantemente con chistes de gordos y se escaparan a vivir inverosímiles aventuras por la ciudad. Mala y obsoleta idea. Nada en la película funciona. Ni Jonah Hill tiene el talento ni el carisma para soportar tanto peso argumental sobre sus hombros ni el concepto tiene gancho en los tiempos que corren. Ni un solo gag se puede considerar exitoso. Esa especie de humor negro de Hill no conecta con las patochadas infantiles, los porrazos y las caras raras de los críos. Tampoco mejora la cosa con los desesperados intentos por subir el tono metiendo groserías o elementos picantones que, con niños de por medio, sólo provocan vergüenza ajena y ganas de llamar a Servicios Sociales. Cuesta verla entera y sólo despierta algo de ternura hacia los actores cuando se les ve deambulando en algunas escenas sin que nadie les haya dicho qué hacer. Si no se ha visto, mejor huir. Si se ha visto, mejor olvidar.