Una de las señales de que la carrera de un actor va en picado es que te cambian tu voz de doblaje de toda la vida por la de Karl Winslow (el rollizo policía amigo de Steve Urkel en “Cosas de Casa”). Otra posible señal, más evidente si cabe, es aparecer en joyitas como esta.

Por si alguien no lo recuerda, “El arte de la guerra” era una película con cierto presupuesto, protagonistas conocidos y algunas que otras pretensiones pero que en el fondo resultaba ser una castaña. “El arte de la guerra 2” es un truño (nivel de truño: tecno-truño) desde el principio que sólo podría estar protagonizado por un hortera (como Wesley Snipes), un tío venido a menos que ya no puede escoger papeles (como W.Snipes) o un tío con problemas con Hacienda que acepta cualquier cosa para hacer caja (como W.Snipes). Sí, en el fondo, se mire por donde se mire, es una película hecha a la medida de W.Snipes.

Hay menos peleas de lo normal, pero más amañadas que de costumbre (Wesley anda flojete de forma). Se nota que han querido evitar la típica película de mamporros para hacer una cosa más refinada que termine de aclarar posibles lagunas de la primera parte. De este modo, detalles de la infancia de Wesley tan absolutamente cruciales como que su instructor de artes marciales era un travesti o que se crió en una especie de Ciudad de los muchachos del tío Alberto, afloran en esta secuela. Vamos, que ya podemos dormir tranquilos.

Mucho ordenador, muchas tecnoarmas, muchas imágenes por satélite, mucho hacker de ciencia ficción, flashes, luces, cámaras para un lado y para otro, diálogos de rebajas… en resumidas cuentas, una desquiciante cutrez. Si será cutre que en una escena (al principio, la de “la danza”) Wesley tiene un notable y sospechoso abultamiento en la entrepierna (que coño, una erección) y no se han molestado en volver a rodar la escena o en eliminarla con técnicas digitales…