Por odiosas que resulten, es imposible no caer en las comparaciones: asesinatos en serie, connotaciones místico-religiosas, atmósfera asfixiante, sangre y crueldad pero sin regodearse, policías enfrentrándose a sus demonios… o sea, imposible que no venga a la cabeza la obra maestra absoluta “Seven” y, por ende, que comiencen el inevitable juego de buscar las diferencias.

Pocas películas, por no decir ninguna, resistirían las comparaciones y “Los jinetes del Apocalipsis” no es una excepción. No tiene una tripleta de protagonistas de lujo (aunque Dennis Quaid da todo lo que tiene intentando compensar), no tiene un director de talento sobrenatural como Fincher (aunque el videoclipero Jonas Åkerlund consigue crear la lobreguez esperada), no tiene un villano de los que se recuerdan para siempre como Spacey (pero sí un escena final impactante) pero, en general, ofrece lo que se suele pedir a estas películas: intriga, suspense, interés, ningún cabo suelto y un desenlace sorpresa que si no se viera venir desde mitad de película sería la guinda a una más que decente película.

Definitivamente, está varios pasos por debajo de “Seven” pero muchos peldaños por encima de aquel pestiño llamado “Resurrección”, protagonizado por Christopher Lambert que se limitaba a copiar “Seven” casi plano a plano. Muy interesante y, como digo, gana muchos puntos en el improbable caso de que no se haya visto “Seven” o haga tiempo que no se ha visto (cosas ambas que requieren remedio con un visionado de recordatorio, aunque viendo previamente “Los jinetes…”).