Salvo excepciones que introducen alguna innovación, con las películas de animación siempre suelo decir lo mismo, que los medios técnicos de hoy en día tienen tanta capacidad y están tan desarrollados que el que no hace una película es porque no quiere. Y es que a poco que te curres una historia medio coherente, definas algún personaje carismático y metas chistes a cascoporro, como mínimo recuperas la inversión ya sea en el cine o con alguna TV que necesite rellenar la parrilla. Frente a la inundación de esta clase de obras, la crítica profesional suele reaccionar con artículos-plantilla, cien por cien genéricos, que dicen siempre lo mismo cambiando las palabras – «buena factura», «gustará a los más pequeños», «convencional pero divertida», «entretenimiento asegurado»- y reserva el trabajo de redactar en serio para producciones de nivel de Pixar o Dreamworks donde lo dan todo, generalmente con el 'modo peloteo' activado.

Pero cíclicamente, cada x tiempo, por motivos desconocidos, una corriente invisible parece conectar los teclados de los críticos para ponerse de acuerdo y soltar sobre una película toda la mierda acumulada que no han soltado por dejadez o por cobardía – no está bien visto en el mundillo poner verde ciertas superproducciones-. Es como si de alguna manera se eligiera una víctima propiciatoria que sirviera de saco de pegar para aliviar tensiones de manera terapéutica y volcar toda la bilis crítica sobre ella. ¿Criterio? Probablemente ninguno, habrá un vaso metafórico que se va llenando, se va llenando, hasta que alguien estalla y el resto le siguen el juego.

El último de estos ciclos se completó en 2018 con “Emoji, la película”. La verdad es que es simple en lo argumental y flojita en lo cómico, con pocos gags exitosos… pero no es ni de lejos el truño que nos han querido hacer ver unas críticas despiadadas – «fea», «peor de lo que parece», o una asquerosamente vil que la tacha de «humeante montón de mierda» - y numerosos premios Razzie. Pues no sé. Se me vienen a la cabeza muchas películas peores y, en el terreno de la animación, “Se armó el Belén”, “Trolls” o “Ferdinand” son películas de factura similar que recibieron críticas mucho más benévolas.

La película se deja ver, no se pasa vergüenza ajena y no aburre demasiado si no eres demasiado exigente. Se queda muy, muy lejos de Pixar – como tantas otras películas a las que no crucificaron- pero tiene momentos simpáticos. Siempre me han fastidiado los abusones que se meten con el débil, pero los que siempre me han parecido más miserables son los que se suben al carro de hacer leña del árbol caído. Por eso me repelen tanto los críticos profesionales y dejé de ver “Días de cine”, no soportaba a personajillos endiosados en su mezquina parcela de poder otorgando su visto bueno o su odio visceral por motivos ajenos a la propia película.

Sinceramente, vedla o no la veáis y después juzgadla o no, pero no os animéis o desaniméis por lo que digan cuatro juntaletras venidos a más.