No entraré en la parte técnica de esta “Purasangre”. La fotografía está bien, las actrices son convincentes en sus roles, la atmósfera de intriga e irrealidad está lograda y el ritmo es soporífero, aunque no le va mal a una película que tarda en sacar sus cartas a la luz y se puede permitir jugar con el espectador a mover a un lado y a otro la tenue línea entre lentitud y suspense, sugiriendo que no se duerma porque en cualquier momento pasa algo.

Aceptando que es una película bien rodada, lo que hizo que me resultara flojísima y un auténtico peñazo es que no acepto su premisa fundamental, la de que existe una parte de la parte sociedad (la parte más alta de la clase alta) a la que la sobredosis de dinero ha deshumanizado y viven como pequeños dioses en sus mansiones aisladas a los que sólo torturar a las clases menos favorecidas proporciona algo de entretenimiento. No es la primera ni la última película o serie de este perfil e incluso hay diferentes temáticas (chicos ricos que acosan a chicos pobres, millonarios que cazan vagabundos…) y con todas me pasa lo mismo: me parecen falsas y buscan generar polémico y conflicto social. Yo creo que no hace falta un esfuerzo excesivo para que se nos vengan a la cabeza ejemplos de gente de España, Europa y el mundo que tienen el dinero por castigo, que no necesitan dar un palo al agua y que sin embargo no se les ve nunca tristes ni aburridos, siempre se les fotografía despilfarrando su fortuna aquí y allá, sin tener mucha cara de deprimidos ni de no saber cómo encontrar entretenimiento a cambio de dinerito.

Así las cosas, que dos niñatas necesiten convertirse en criminales para sentirse vivas, me parece forzar los comportamientos hasta unos límites que hacen que “Purasangre” no sea más que un experimento transgresor con el que no empatizo, un enorme decorado social vacío por dterás que no merece la pena ser analizado ni entrar en el artificioso juego de averiguar quién está más tarada de las dos. Ful de Estambul.