Conociendo las fuentes de las que bebe, una serie de dibujos extraordinariamente infantil, me la esperaba bastante peor en el sentido de que, a priori, no se me ocurría ninguna manera de conseguir con ese material lo que se supone que deben ser la películas para niños de hoy en día: un producto que tenga a los niños pegados al asiento de la sala de cine riendo chistes malos y gritando «¡Mamá, mamá, qué porrazo le han dado a Pepito!» o «¡Papá, papá, ahora es cuando…!» a pleno pulmón mientras el guion proporciona a los padres algún aliciente para tener la mente ocupada con algún guiño irónico, algún cameo afortunado o en paisajes espectaculares. Sinceramente, pensaba que no iba a haber ningún motivo para no sacar el móvil a leer Twitter sin ningún tipo de empacho mientras la peli discurría en la pantalla, pero me congratula afirmar que “Dora y la ciudad perdida” es una obra en la que cualquier persona mayor de edad puede encontrar distracción.

El caso es que el siempre eficaz James Bobin saca adelante la película como yo creo que hay que hacer en estos casos: es imposible calcar en pantalla grande con actores reales los usos y maneras de los dibujos animados, así que ni te lo plantees intentes y, simplemente, trata de hacer una película entretenida que recoja la esencia de los personajes. En el caso de Bobin, pone el foco en el personaje principal y todo su empeño en evitar que se haga repelente (que ya tiene mérito) logrando una Dora razonablemente interesante. Luego la rodea de personajes puramente instrumentales con los que logra unos sketches meritorios y de esos acompañantes tan icónicos (el mapa, Mochila, el mono y el zorro) como imposibles de encajar en una trama mínimamente funcional, a algunos les da un cierto papel como elementos CGI y a otros, directamente, los sacrifica (aunque, con mucha sutileza y buen corazón, les deja saludar).

Al final, la historia y su desarrollo es un conjunto de patochadas con villanos de saldo, muchos coscorrones, algún chiste de cacas, bichos de todas clases y mensajes optimistas y de buen rollo, que deberían de entretener a los niños con escenarios grandiosos y aventuras espectaculares y no aburrir demasiado a los adultos que les acompañan. Se percibe esfuerzo en todo el mundo por ganarse la nómina sabiendo el limitado alcance del proyecto, que en el fondo es lo que se exige a estas películas: que lo intenten sin caer en la desgana y no pasaría nada por una saga de este nivel.