Y por eso me gusta tanto, la verdad. Es una película que como ya han explicado en alguna crítica, omite muchos detalles que salen en el libro, y que dentro del mismo sirven para explicar muchas cosas. Pero ocurre que esta película no pretende ser, o no la veo yo así, una fiel adaptación palabra por palabra para todos los públicos sin necesidad de leer el libro.

No, no. Esta película está hecha para la gente que ha leído el libro, no para los que no quieren leerlo. Y así es sencillamente perfecta. Porque vas recordando el libro y continuamente relacionas lo que ves en la pantalla con lo que has leído en el papel, sin que la película desmerezca el libro en ningún momento. Ni en diálogos, ni en actuaciones, ni en la ambientación, que dicho sea de paso ha conseguido plasmar perfectamente el carácter del libro: Sombrío, apático, polvoriento, apagado y sumamente pesimista. (A esto añadámosle el plus subjetivo de que yo leí una edición de 1984 impresa hace 25 años, con el consabido deterioro del papel y esas cosas).

Esto se puede interpretar como sopor puro y duro. Y no lo niego, pero es que resulta imposible analizar esta película solo como eso, una película. Digamos que estamos enfrente a un complemento del libro y que no se puede desvincular de él, es un largometraje que escenifica partes del libro sin explicar otras, y ahí es donde el espectador tiene que poner de su parte. Y, lógicamente, la mejor manera de ver esta película es disfrutando de ella en soledad, como si de un retiro místico se tratase.

Y dicho sea de paso, las últimas páginas del libro me sobrecogieron muchísimo... y esas últimas páginas, representadas en los últimos minutos de la película, me hicieron llorar.