Una apuesta interesante, facturada con bastante acierto y apoyada en unos diálogos más literarios que cinematográficos. Dos actores en pelota picada, un septuagenario y una veinteañera, enzarzados en el juego del sexo y, por ende, de la vida. El viejo lobo carroñero a la busca de carne fresca, la novata que desea infiltrarse en el mundo de las letras. Un sólo decorado, prácticamente: un cuarto de baño diminuto, donde ambos personajes dialogan, peroran, se miden, se atacan, se enfrentan follan, mean, a la espera de que alguien abra la dichosa puerta atrancada. Trueba filma su obra con cámara fluida, una obra que podría escucharse perfectamente por la radio, sin necesidad de más explicaciones. José Sacristán, en la cúspide de su arte, inmenso, un trasunto de Francisco Umbral que llena la pantalla de frases alambicadas. Frente a él, una esforzada y valiente María Valverde, desnuda frente al mundo, comiéndose la pantalla. Cine minimalista, cuatro chavos, la imaginación al poder. No recomendable para claustrofóbicos.