Dirigida por el temible Antonio Margheriti, aka Anthony Dawson, El planeta de los hombres verdes, bautizada con el pomposo título de Battle of the Words para su estreno en USA, es una de las cintas de SF más birriosas, pobretonas, cochambrosas y ridículas que he visto en mi vida, y ya es decir. Ni siquiera logró hacerme reír, y eso sí que es imperdonable. Hecha con cuatro chavos, nula imaginación y una caradura a prueba de bomba, contiene algunos de los diálogos más risibles escuchados en décadas. La banda sonora, pretendidamente "galáctica", es ofensiva, y las interpretaciones son de saldo. No menciono los F/X porque evocan las funciones de final de curso.
Pues resulta que se acerca una cosa chunga a la Tierra. Primero semeja un montón de meteoritos en plan vamos-a-saco, pero luego resulta que es un planeta así como raro. Todo el mundo dice, sobre todo los militares, que va a chocar contra nuestro planeta, pero el eximio profesor Benson (Claude Rains en uno de sus últimos cometidos. ¿Qué demonios hacía ese hombre ahí? Desde luego, a juzgar por su interpretación se lo estaba pasando en grande) afirma que pasará de largo. Cuando las naves de exploración terrícolas se acercan, salen unos platillos volantes de duralex que ríete tú de Ed Wood Jr, por no hablar de las susodichas naves, que son del tamaño de un Benecol, y se arma la marimorena. Vemos entre la tripulación de la principal a Giuliano Gemma, muy serio él, todavía sin anticipar el destino que le aguardaba gracias al spaghetti western. Benson se entocina en que ha de ir a ver el planeta con sus propios ojos, y alguien descubre la forma de burlar a los terribles platillos, que no revelaré aquí por temor a que me consideren un exagerado, y cuando llegan al interior descubren que...
Margheriti repetiría de nuevo en la SF a finales de los 60, con una tetralogía que da miedo sólo de leer los argumentos, pero con este Planeta de los hombres verdes ya me he quedado escarmentado. Estáis avisados.