Sí, bien, soy francófilo, ¿y qué? Es el país más civilizado del orbe, punto. En este momento concreto de la historia del cine, prefiero con mucho el cine europeo al norteamericano (cada vez me parecen más extraterrestres), y dentro del europeo, el francés. El pastel de boda no es gran cosa, lo reconozco, una crítica agridulce de la institución familiar que no ahonda con el bisturí, sino que va dejando caer pequeñas granadas de mano a su paso. Un elenco de actores solvente, y la asombrosa presencia de Danielle Darrieux (¡93 tacos!) y el entrañable Jean-Pierre Marielle, formando una pareja que no sale en el libro (editado por Maeva en nuestro país, con impecable traducción de Rosa Alapont. Hay que mencionar a los traductores en lugar de ningunearlos, porque sin ellos la gente que no sabe idiomas no podría ni leer la portada del libro). A mencionar la estupenda Julie Depardieu y Julie Gayet, en su papel de seductora lesbiana. Ah, y su metraje es humano.