Mi debilidad por el cine francés se halla bien documentada en mis críticas. Lo cual no quiere decir que lo apruebe todo, ni mucho menos. Nathalie es una brillante profesora de francés divorciada, en apariencia una persona normal, (sea eso lo que sea), que de repente se hincha de mala hostia y empieza a tocar los huevos a todos cuantos la rodean, empezando por su propia hija y siguiendo por su ex, su mejor amiga, su compañera del instituto, incluso un pretendiente que planea emparejarse con ella. En plena crisis de los 50, tal vez como resultado de los movimientos hormonales que agobian a las mujeres en esa fase, se convierte en un monstruo, una Bette Davis elevada al cuadrado. No hay putada que no lleve a cabo (la que le hace a su ex yo no se la perdonaría ni que viviera mil años). Cuando el espectador ya está pidiendo casi a gritos que un camión de 50 toneladas la convierta en fosfatina, los hermanos Foenkinos tiran del freno y encauzan la historia hacia las típicas comedias galas de crisis existenciales. Para entonces ya estás agotado y harto de Nathalie. De hecho, parece inverosímil que alguien pueda albergar tanta bilis. Bien apoyada en la interpretación excelente de Karin Viard, la película no deja de estar bien realizada, con escenas logradas y diálogos ingeniosos (cortesía de David Foenkinos, de quien recomiendo la novela "La biblioteca de los libros rechazados"), pero mal equilibrada entre los dos primeros tercios y el último, cuando Nathalie decide expiar sus pecados. Consuela pensar que, de haber sido estadounidense, la cosa se habría puesto imposible. Un aprobado muy justito.