Todavía está por hacer la gran película sobre el conflicto de Irlanda del Norte, eufemismo que designa a la dictadura militar británica sobre el pueblo irlandés, una vergüenza y un oprobio que han perdurado hasta fechas recientes. Por fortuna, la película esquiva la fácil diferenciación entre buenos y malos, y pronto queda claro que mal nacidos los hay en todos los bandos. Seguimos la triste peripecia de una mujer atrapada entre ambos fuegos, por una parte militante del IRA, por otra parte obligada a convertirse en confidente del invasor para proteger a su hijo. Una tenue historia de amor se insinúa entre captador y captada, pero la situación es demasiado tensa y peligrosa para forjar lazos. En este sentido, la cinta creo que capta bien el tono desesperanzado y gris de aquellos años de plomo. Andrea Riseborough ofrece una interpretación sutil y contenida, bien secundada por Clive Owen, un valor seguro en todo cometido que se le adjudique. Gillian Anderson vuelve por fin después de años desaparecida en combate, y en el papel de Gerry reconocemos a Aidan Gillen sin el bigotito de Juego de tronos. Una película decente y bien confeccionada.