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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
5
Ciencia ficción Treinta años después de los eventos del primer film, un nuevo blade runner, K (Ryan Gosling) descubre un secreto profundamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard (Harrison Ford), un blade runner al que se le perdió la pista hace 30 años. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2018
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo he escrito más de una vez, pero se conoce que esta admonición no es bien recibida: las obras maestras no se toquetean. Es indecente meter mano, así a la brava, a cumbres artísticas que no necesitan de ningún niño prodigio que venga a añadir citas a pie de página a textos de una perfección rayana en lo sublime.
Blade Runner no fue un bombazo comercial en su momento. Recuerdo haberla visto de estreno en el asesinado cine Novedades de Barcelona, en buena compañía, y cómo las lágrimas resbalaban sobre mis mejillas. No podía dar crédito a mis ojos. No sólo estaba viendo el futuro (no intuyeron la llegada de los teléfonos móviles, les recrimina algún imbécil), un futuro de lo más chungo y deprimente, sino que toneladas de poesía visual impregnaban nuestra vista y nuestro corazón. La volví a ver en el mismo cine, compré el VHS, el DVD, luego el BlueRay, y espérate. No me canso de verla, siempre descubro algo nuevo, siempre acabo estremecido de emoción, transido de sollozos. Es una obra maestra indiscutible de la historia del Cine, y por eso amamos/odiamos tanto a Ridley: nos hizo creer que era Dios, y luego resultó que insufló toda su inspiración en las tres primeras obras que parió. El resto no es silencio, como diría el Bardo, sino mediocridad.
Con los años, la leyenda se agigantó. Blade Runner se convirtió en objeto de culto. Formó una iglesia de fieles a su alrededor, un club de acérrimos sacerdotes dispuestos a degollar a cualquiera que no fuera consciente de sus inmensas virtudes. ¿Verdad, chic@s?
De modo que afronté la secuela con singular sangre fría. Denis Villeneuve, ese chiquito francés tan aplicado, sin duda nada desdeñable, a la dirección. Se esfuerza, sabe que no llegará ni de coña, pero qué queréis, hay que ganarse las lentejas. Hampton Fancher, uno de los dos guionistas de la original, después de parir dos cortos muy cortos (6 y 5' respectivamente), vuelve a la carga, pero 35 años no pasan en balde. Hans Zimmer y alguien de nombre indescifrable a la música.... Pero ¿es que no se acuerdan de lo que hizo Vangelis? ¿Es que nadie ha vuelto a escuchar la banda sonora original del teclista de Aphrodite's Child, nadie ha vuelto sumergirse en el tema que Vangelis obsequió a su viejo colega Demis Roussos, una de las mejores canciones que hayan adornado una película? Mira, Hans, eres un chorizo y un estafador, pero aquí te has pasado. Jordan Cronenweth era un maestro de la fotografía. No es que Roger Deakins sea malo, ni mucho menos, pero estamos en lo de antes. No puedes tocar el paraíso si te desenvuelves entre simples mortales.
El guión es vergonzoso y miserable. La ambientación intenta trasladarnos a una tierra todavía mucho más degradada que en 2019, pero ¿dónde está la poesía, repito, dónde el sufrimiento del humano y del acaso más humano, dónde esa geografía de unos personajes irrepetibles, ahora convertidos en monigotes? Van pasando los minutos de metraje, y cada vez me voy poniendo de peor mala leche.
Ryan Gosling no lo hace mal, y además me cae bien. Harrison Ford hace de Harrison Ford/Deckard con sobriedad y sentido del humor. Su dignidad es enorme. Lo peor está por llegar, la amenaza de la implacable secuela, de seguir muñendo las ubres de la vaca, y Philip K. Dick revolviéndose en su tumba (tranki, Phil, tú ya sabes que Blade Runner es una película muchísimo mejor que cierta novela titulada ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), Ridley Scott, ya ochentero, refocilándose en sus reservas de dólares, y los fieles escupiendo sobre vuestras futuras tumbas. Pero qué poca vergüenza, por Bakunin.
Lo intentaron, pero no sabían que era imposible.
Eduardo
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