Collet-Serra empezó fabricando videoclips para Enrique Iglesias, le llamaron de Hollywood y perpetró un espantoso remake de Los crímenes del museo de cera, recaudó una buena pasta, y un día se encontró con Liam Neeson y se inventaron un personaje, el ciudadano normal que ha de convertirse en una especie de Rambo urbano para acabar con los malos que le están tocando lo que no suena. En esta cuarta reunión del dúo, de entrada deberíamos aconsejar a Liam que se lo tome con calma, los años no pasan en balde, ya ha sumado 66, y le vemos un poco talludito para el personaje. A pesar del maquillaje, el paso del tiempo es implacable. Por lo demás, Collet-Serra se tiene muy bien aprendida la lección y factura una cinta trepidante y dinámica, en que el ritmo frenético impide pensar al espectador sobre lo que está sucediendo, y todo consiste en dejarse arrastrar y disfrutar con las bien confeccionadas escenas de acción, hasta la conclusión en plan cine de catástrofe. Neeson, por supuesto, acapara el protagonismo absoluto, y apenas hay espacio para que unos pocos secundarios puedan recitar sus breves diálogos, entre ellos Sam Neill, parapetado tras una barba elegante, la olvidada Elizabeth McGovern, en el papel de la sufrida esposa del protagonista, y Clara Lago, metida con calzador. Para los fans de Vera Farmiga, advertirles que sale unos seis minutos aproximadamente, aunque vaya en segundo lugar del reparto. Roque Baños aporta una banda sonora tipo "ambient" que da el pego.
Nada nuevo bajo el sol, repetición de una fórmula archisabida, un espectáculo que no engaña a nadie en sus intenciones: distraer y entretener. No está nada mal.