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Voto de Eduardo:
8
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7,4
14.491
Drama. Romance
Francia, 1770. Marianne, una pintora, recibe un encargo de una condesa que consiste en realizar el retrato de bodas de su hija Héloïse, una joven que acaba de dejar el convento y que tiene serias dudas respecto a su próximo matrimonio. Marianne tiene que retratarla sin su conocimiento, por lo que se dedica a investigarla a diario. (FILMAFFINITY)
1 de noviembre de 2019
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deslumbrante historia de amor con imágenes de una belleza abrumadora. Portento de interpretación de ambas protagonistas, Adèle Haenet y Noémie Merlant, ex amante de la directora. En el papel de la madre, una Valeria Golino que todavía luce aquellos magníficos pectorales que tanto nos emocionaban.
Al salir del cine, gente que iba delante de mí comentaba lo aburrida y plasta que era la película. Señal de que, en ocasiones, la sensibilidad se asienta en esa parte del cuerpo donde termina la espalda. No os la perdáis.
Al salir del cine, gente que iba delante de mí comentaba lo aburrida y plasta que era la película. Señal de que, en ocasiones, la sensibilidad se asienta en esa parte del cuerpo donde termina la espalda. No os la perdáis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Finales del siglo XVIII, una isla de Bretaña perdida entre el oleaje, una mansión demasiado grande para vivir en soledad. Héloïse sale del convento tras la muerte de su hermana mayor. Alguien ha de dar descendencia a la familia, y su madre se ha ocupado de buscar un milanés que la despose (acaso el prometido de la fallecida). Necesita un cuadro que la plasme para enseñarlo al futuro marido, pero Héloïse no quiere que ningún hombre la pinte. La condesa contrata a una pintora, como dama de compañía, pero también para que la pinte en secreto. La primera parte de la cinta narra el encuentro entre las dos jóvenes, los silencios, los titubeos, los gestos reveladores, las miradas que hablan por sí solas, todo rodado en majestuosos planos secuencia, con una frialdad que el rugiente mar cuajado de espuma no hace más que acentuar. Una criada, otra joven ingenua, cuida de ellas. Se queda embarazada. Hermosas escenas sobre cómo desprenderse del engorro, solidaridad entre mujeres. De pronto, estalla el deseo y se inicia la segunda parte, en que Marianne y Héloïse darán rienda suelta a su pasión, se entregarán al goce, se rendirán a la sinfonía de la piel, la saliva, aquello que les está vedado pero cuya llamada no pueden resistir.. Y, en fin, el epílogo, cuando ya todo se ha perdido y los años han grabado a fuego en la memoria aquellos días irrepetibles, el dulce despertar de la carne, temblorosa y anhelante. Céline Sciamma controla férreamente la narrativa, sin permitirse emocionar en ningún momento al espectador (salvo quizá en la escena final) con imágenes, sino con lo que nos ha susurrado en el corazón. El cuadro que pinta Marianne, el cuadro que años después ve en una galería. La misma modelo, diferentes circunstancias. El cuadro pintado por Marianne es un himno al deseo y el amor que siente por Héloïse. El cuadro que alguien ha pintado de Héloïse pasados los años contiene un mensaje de amor secreto que sólo Marianne puede descifrar. El tiempo y la distancia no lograrán jamás borrar las huellas de las caricias que compartieron.