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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
6
Cine negro Chuck Scoutt (Robert Cummings) es un veterano de guerra sin empleo. Un día encuentra un billetero perdido y decide ir a buscar a su propietario, quien resulta ser un gángster llamado Eddie Roman (Steve Cochran). Eddie, agradecido, decide contratar a Chuck como chófer, quien se adentra en el peligroso mundo del hampa. Cumpliendo con su nuevo trabajo, Chuck conocerá poco a poco a Lorna (Michèle Morgan), la mujer de Eddie, hasta llegar a ... [+]
13 de enero de 2014
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustan las películas raras. Y The Chase es rara de cojones. Si no fuera por la inmunda copia que ha llegado a nuestras manos, puede que hasta le aumentara un poco la nota. Pero es que a ratos no veía nada, y no es porque transcurra casi toda de noche. Hay que tener cara para vender copias así. Pero vamos a lo nuestro: es una novela de Cornell Woolrich, un señor llamado también William Irish al que el cine ha adaptado bastante, especialista en misterios y giros imprevistos varios. Como aquí. Parte de la acción tiene lugar en Cuba, una Cuba ignota llena de rincones peligrosos. Y hay un reparto de campanillas. Obviemos al soso Cummings. Vayamos a por lo bueno. Steve Cochran: qué moderno era este tipo. ¿No veis que se parece un montón a Mel Gibson? ¡Y era mucho mejor actor! No en vano Antonioni se fijó en él para El grito. Lástima de infarto que se lo llevó cuando aún nos tenía tanto que dar. Peter Lorre: ¿qué puedo decir del bueno de Peter? Simplemente, le amo. Cuando sé que sale en una película ya empiezo a dar saltitos de impaciencia. Porque intuyo que me deparará una buena dosis de perversión, maldad y sadismo. Y dicen que era más bueno que el pan, pero no sé yo, no sé... Michèle Morgan: a mí esta chica nunca me hizo tilín, pero aquí está hasta sexy, qué demonios, cuando mira al soso como si se lo fuera a comer a bocados lentos y húmedos. Y eso que no ves un pijo, mierda de copia. De repente la trama da ese giro que esperabas de Woolrich y te pilla con el paso cambiado. Y entonces se repite el truco del coche del malo (no vamos a revelarlo), y nuestros héroes son libres para consumar su amor hasta el fin de los tiempos... de su deseo, claro. Lo dicho: una rareza. A degustar sin manías.
Eduardo
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