Confieso que nunca me ha gustado el cine de Álex de la Iglesia, un chico que se cree muy listo, muy gamberro y muy rompedor, pero desde que adelgazó y Carolina ¡Bang Bang! le sorbe el seso la cosa ha ido a peor. Mi gran noche es una película histérica, deslavazada, deshilvanada, aullada al oído del sufrido espectador, mal interpretada, ramplona, hortera , definitivamente olvidable. El director, que ya jugueteaba con Raphael en la más conseguida Balada triste de trompeta, le convierte aquí en el hilo conductor del relato (?), y Raphael no le defrauda: es lo único que me interesó de toda la cinta. El divo, al cual no soporto como cantante, da lo mejor de sí en una autoparodia feroz y cargada de cinismo. Por lo demás, esta parodia de los programas televisivos de fin de año, que se acaba convirtiendo en una parodia de sí misma, carece del menor interés. Ver a Mario Casas parodiando a Chayanne, otro insufrible berreador latino, da ganas de apretar el botón de stop y marcharte a una buena coctelería. Y encima sale Santiago Segura. Sólo faltaba Rajoy.