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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Animación. Ciencia ficción. Romance. Drama El tiempo del instituto es uno de los más entrañables durante la adolescencia. Para la joven Makoto y sus amigos Chiaki y Kosuke es realmente importante pasarlo bien juntos tanto tiempo como puedan, jugando a béisbol después de clase, ya que los tres están a punto de subir de grado y el año que viene quizás no continúen juntos los estudios. Pero un día, Makoto recibe un peculiar don: la capacidad de ir hacia atrás en el tiempo dando ... [+]
21 de febrero de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ojalá abundaran las segundas oportunidades.
Volver a sorprenderse, volver a ser quienes fuimos, volver a las tardes sin preocupaciones, a juntarnos tras las clases, volver a correr tras llegar tarde, recorrer en bici todas las calles que nos vieron crecer, volver a una existencia que se nos escapa.
En definitiva, volver.

'La Chica que Saltaba en el Tiempo', más allá de sus costuras de ficción, habla de un miedo tangible y real, uno que todos tenemos que afrontar en algún momento: crecer.
Con sus decisiones, con sus cambios, y aún más importante, con sus dolorosas renuncias. Está en nuestra naturaleza elegir y tratar de aceptar las consecuencias, pero desgraciadamente no está el poder adaptarnos cómodamente a aquello que hemos elegido.

Makoto es una adolescente llena de inseguridades y fallas, pero cuya cómoda vida transcurre sin demasiados sobresaltos, pues es la vida de alguien que todavía no ha sentido necesidad de asomarse a la vida.
Cuando consigue la habilidad de saltar en el tiempo al principio lo vive como un extra, un comodín que la permite comerse el flan que no la dejaron, llegar pronto a clase, dormir más... el típico pensamiento de quien vive el ahora y no se preocupa por un futuro que, en el momento, se antoja muy lejano.

Sin embargo, se hace fuerte la frase "un gran poder conlleva una gran responsabilidad" cuando se ve golpeada por un suceso inesperado y ella, por todos los medios posibles, trata de cambiar que una sencilla pero común frase de la adolescencia no ponga patas arriba su mundo.
Es, de hecho, paradójico que cuánto más intente ella cambiar, más impredecible se convierte su odisea y menos pistas tiene de qué debería hacer. Makoto no se da cuenta: el problema no es externo, es, sobre todo, interno.

Chiaki, su mejor amigo, pone patas arriba su mundo, primero de manera sencilla, y después a una escala que ni el espectador puede imaginar.
Pero si algo se deduce de sus palabras es: date tiempo. El tiempo no espera a nadie, es cierto (la amenazadora y sin embargo plena de comprensión frase escrita en la pizarra) pero tampoco debería correr por nadie. Ser capaz de apreciar lo bueno que viene, y disfrutarlo, sin saber si acabará o nunca será, es de las pocas cosas que merecen la pena.

Al final, tras la transformación de Makoto, en realidad queda poca duda de que ha aprendido algo que todos aprendemos tarde o temprano.
A saber dejar las cosas pasar, a no agobiarse por el presente si no esperar lo mejor de él para el futuro.
¿La lección? Algo tan sencillo (y a la vez no) que se llama "madurar".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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