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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Romance. Comedia. Drama Javier, un estudiante francés de económicas, decide pasar un año en Barcelona para aprender español. Se instala en una casa donde convive con otros siete estudiantes europeos: un italiano, una inglesa, un danés, un belga, un alemán y una española. Todos los compañeros del piso se encuentran en la misma situación, todos ellos están estudiando en Barcelona gracias al programa de intercambio universitario europeo Erasmus. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2017
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Todos recordamos esos libros que leemos en la infancia.
"No-sé-quién va al Parque", "Fulanito va al Zoo"... historias simples para mentes (aún) simples, que descomponen la vida en cuatro cosas y nos enseñan cómo funciona para que al crecer no tengamos ninguna duda, casi como algo para tranquilizarnos ante lo que se nos viene encima.
Al crecer, nos olvidamos de esos libros y empezamos a asumir que la vida es complicada, pero... ¿cómo sobreponerse a ella? ¿cómo lidiar con un mundo inmenso que siempre nos enseñaron que iba a ser pequeño?

'Una Casa de Locos' guarda un significado más profundo del que su título sugiere, aunque perfectamente uno podría quedarse con su fiel y despreocupado retrato de ese último Erasmus, patio de recreo adulto antes de afrontar la vida real.
La voz de Xavier nos pone en situación en ese mundo caótico en el que vive y aprende, dominado por formularios que rellenar, direcciones a las que ir y metas que tomar a la de ya, muy lejos de los libros infantiles que en algún momento leyó.
Una de las múltiples figuras que existen en su vida para llevarle de la correa ("ve a visitar a cual", "tienes que hacer tal") le aconseja que se vaya a Barcelona y ahí que va, con el habitual baile de solicitudes y protocolos, sin pensar mucho más allá que en la meta prometida de un trabajo estable.

Llegar es solo la primera parte del camino: el ritmo apresurado no se relaja, aún arrastrado de su encajonada existencia con carrera y novia, porque no es hasta mucho después que se fija en lo que verdaderamente tiene delante (todo lo demás lo dejó atrás, por mucho que quiera engañarse con elaboradas cartas y planificadas llamadas de teléfono).
A Xavier le esperaban muchas cosas en Barcelona, como aparentar cordialidad con un conocido de vuelo para tener casa, buscar piso para solucionar su maltrecha situación y, como no, las chicas. Montones y montones de chicas, más independientes de lo que nunca conoció jamás, más atractivas y cercanas de lo que una vida con novia le permitió apreciar.
Es curioso la clase de perverso y dulce autoengaño que existe en ese túnel caótico llamado Erasmus, donde cuelgas fotos para sentirte más cerca del hogar y a la vez mencionas, casi de pasada, que esa chica con la que quieres hablar parece especial.

Xavier, sin darse cuenta, encuentra cada día nuevas excusas para "perdonar" su antigua vida, pensando que el momento es ahora y todos los deseos son posibles en ese país donde todo está al alcance. La vida vuelve a ser simple, en cierta manera: si la esposa de tu antiguo anfitrión te joroba el estudio vistiendo corsé y liguero en tu imaginación, lo mínimo será intentarlo y luego ya veremos.
Se va filtrando ese sentimiento de alegre entropía, de autoasumido caos, que le deja vía libre para vivir como le da la gana lejos de influencia materna, por primera vez libre de las metas a cumplir y tan liberado de las ataduras del control que una lesbiana enseñándole a follar es lo que menos importa.
¿Y los problemas? Esos se van dejando en el fregadero, en otra realidad, apenas se sienten cuando lo bueno y malo suelen ir de la mano: una bonita canción a guitarra interrumpida por arcadas de borracho, esos son los insospechados milagros que hasta a Erasmo le costaría imaginar.

Tras los líos, tras las juergas y el descontrol, asoma como siempre otra de esas extrañas verdades que sorprenden una tarde de martes cualquiera: Xavier y amigos nunca serán más completos de lo que son ahora, y desde luego no lo volverán a pasar igual de bien.
Es curioso que precisamente en ese momento Xavier menciona que tuvo que recorrer una distancia inmensa, solo para perder todo lo que antes de irse se juró que el Erasmus no le iba a arrebatar.
Pero la realidad es que la vida es así: compleja, llena de matices, equivocaciones y momentáneos aciertos, que acaban formando parte de lo que somos, lo aceptemos o no.
(Mejor aceptarlo, vaya)

Lo único que se puede hacer es vivirla, y saber que el último día de cualquier lugar nos encontrará con cosas por probar o sensaciones de las que despedirse.
Qué lástima que los libros infantiles no nos avisaran, pero qué suerte poderlo experimentar por nosotros mismos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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