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Voto de Charles:
7
6,2
9.150
Terror
Una madre y sus dos hijas heredan una casa. Pero en su primera noche, aparecen unos asesinos y la madre se ve obligada a luchar para salvar a sus hijas.
8 de julio de 2018
30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez sea la suciedad.
Suciedad no de porquería, sino de bajeza moral, de esperanza perdida servida con una costra ennegrecida por violencia salvaje y desatada.
Eso, más que cualquier otra cosa, es lo que me repugna de esta historia.
No me quiero quedar en 'Ghostland'.
Sus protagonistas tampoco.
Pero, al contrario que yo, que podría pausar la película y abandonarla, ellas no tienen ese privilegio.
"Una bruja y un ogro" llegaron a la casa que heredaron, y les arrancaron cada pedazo de inocencia a golpes furiosos, que años más tarde siguen doliendo como un miembro fantasma que no ha cicatrizado del todo.
Beth los convirtió en literatura, pero Vera... se quedó allí, atrapada, siempre esperando presencias que nunca se irían del todo.
Y aquí entra en juego la inteligencia de Pascal Laugier: con un perverso sentido de la oportunidad, nos arranca de lo cotidiano, nos hunde hasta la cabeza en la infame suciedad y luego vuelve a empezar.
Parecería que no hay manera de disociar ambas líneas temporales en esa casa maldita, atestada de artefactos que ocultan, se arrastran y esperan.
Ni me doy cuenta cómo, y ya he vuelto a la terrorífica noche que Beth quiso dejar atrás, con aquella hermana dandóme la bienvenida a su estado mental.
Supongo que, en el fondo, nunca se abandona a los propios fantasmas, por mucho que se quiera reescribirlos, debilitarlos o aislarlos.
En nosotros existe esa tierra espectral de la que habla el título, y la cuestión no es si algún día despertará, sino si tendremos la valentía de enfrentarla para vivir con ella un día más.
Ahí está el mérito de esta película: pase lo que pase, no seré capaz de olvidar las emociones que me ha despertado esa malsana, asfixiante suciedad.
Suciedad no de porquería, sino de bajeza moral, de esperanza perdida servida con una costra ennegrecida por violencia salvaje y desatada.
Eso, más que cualquier otra cosa, es lo que me repugna de esta historia.
No me quiero quedar en 'Ghostland'.
Sus protagonistas tampoco.
Pero, al contrario que yo, que podría pausar la película y abandonarla, ellas no tienen ese privilegio.
"Una bruja y un ogro" llegaron a la casa que heredaron, y les arrancaron cada pedazo de inocencia a golpes furiosos, que años más tarde siguen doliendo como un miembro fantasma que no ha cicatrizado del todo.
Beth los convirtió en literatura, pero Vera... se quedó allí, atrapada, siempre esperando presencias que nunca se irían del todo.
Y aquí entra en juego la inteligencia de Pascal Laugier: con un perverso sentido de la oportunidad, nos arranca de lo cotidiano, nos hunde hasta la cabeza en la infame suciedad y luego vuelve a empezar.
Parecería que no hay manera de disociar ambas líneas temporales en esa casa maldita, atestada de artefactos que ocultan, se arrastran y esperan.
Ni me doy cuenta cómo, y ya he vuelto a la terrorífica noche que Beth quiso dejar atrás, con aquella hermana dandóme la bienvenida a su estado mental.
Supongo que, en el fondo, nunca se abandona a los propios fantasmas, por mucho que se quiera reescribirlos, debilitarlos o aislarlos.
En nosotros existe esa tierra espectral de la que habla el título, y la cuestión no es si algún día despertará, sino si tendremos la valentía de enfrentarla para vivir con ella un día más.
Ahí está el mérito de esta película: pase lo que pase, no seré capaz de olvidar las emociones que me ha despertado esa malsana, asfixiante suciedad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Jamás me habría visto venir ese giro revelador, de infancias atrapadas y ensoñaciones que pierden pie con la realidad.
Y aunque durante unos minutos hace tambalear mi incredulidad, me quedo con ese sentimiento de profunda soledad que tuvo Beth para escapar a través de fotos, marcos, muñecos y disfraces.
Porque a veces lo que nos pasa es demasiado duro para verlo pasar.
Y yo, como espectador, también habría deseado irme y quedarme en el trauma, no en el acto de sadismo insoportable.
Pero como revela el mismísimo Lovecraft, la oscuridad siempre estará.
Es responsabilidad nuestra saber sobrevivirla, y no dejarla muerta tras un libro o una película como esta.
Y aunque durante unos minutos hace tambalear mi incredulidad, me quedo con ese sentimiento de profunda soledad que tuvo Beth para escapar a través de fotos, marcos, muñecos y disfraces.
Porque a veces lo que nos pasa es demasiado duro para verlo pasar.
Y yo, como espectador, también habría deseado irme y quedarme en el trauma, no en el acto de sadismo insoportable.
Pero como revela el mismísimo Lovecraft, la oscuridad siempre estará.
Es responsabilidad nuestra saber sobrevivirla, y no dejarla muerta tras un libro o una película como esta.