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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Drama Para Jack, un niño de cinco años, la habitación es el mundo entero, el lugar donde nació, donde come, juega y aprende con su madre. Por la noche, mamá lo pone a dormir en el armario, por si viene el viejo Nick. La habitación es el hogar de Jack, mientras que para su madre es el cubículo donde lleva siete años encerrada, secuestrada desde los diecinueve años. Con gran tesón e ingenio, la joven ha creado en ese reducido espacio una vida ... [+]
2 de marzo de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuándo era niño, leí un libro titulado 'El Niño de Marte'; en esa edad en la que todo puede impresionarte, y no te planteas lo que has aprendido de tu realidad, solo existe, y punto.
Recuerdo que me impresionó el relato de un crío que desde bien pequeño había vivido inmerso en un videojuego, siendo salvador de una raza de alienígenas, hasta el punto de que, cuándo le tocó volver al mundo real, recelaba de las formas tridimensionales, tan diferentes de los dibujos que él estaba acostumbrado a abatir, y no sabía otra manera de relación que disparar con una pistola de rayos que ya no se encontraba allí.
No pude comprender, a esa edad, cómo es posible olvidar el mundo en el que vives, no saber nada del exterior, y aprender de la única fuente que has conocido.

Años después, veo 'La Habitación', y todo lo que leí me asalta desde la pantalla, corregido y aumentado.
Jack y Má viven dentro de Habitación, con Planta, Cama, Silla Nº1, Mesa, Armario y todos esos nombres carentes de pronombres que existen, únicos y primordiales, para cumplir su función en ese lugar. Al principio nuestra visión nos engaña: parece una vida miserable, confinada entre cuatro paredes, sin ninguna esperanza de prosperar.
Pero pronto advertimos la sonrisa de Jack, y la actitud despreocupada de su madre, que poco a poco es capaz de cambiar la percepción de lo que vemos. De repente, parece una vida fácil, con sus quehaceres diarios, sus entretenimientos, y sin echar absolutamente nada en falta.

La cámara, con sus planos levemente bajos, vagos, como recuerdos medio asentados en una mente infantil, nos sitúa constantemente bajo el punto de vista del pequeño, sin dejar que nos contaminemos por lo que no vemos, por algún gesto ausente de Má o por el recordatorio constante de ese azul que se ve a través de la claraboya. Este es nuestro mundo, un mundo infinito y perfecto tal como es.
Incluso cuando el Viejo Nick viene a veces, a ver a Má, le tomamos como un benefactor ausente antes que como el ogro que seguramente sea: apenas le vemos, entre las rendijas del armario, hablando con calma y prometiendo regalos a la vuelta. Si se quedó un poco más, no lo sabremos porque nos quedamos dormidos.

Por todo esto, es normal que Jack no quiera creer en algo fuera de Habitación. No existe, es imposible, de la misma manera que no creemos que haya vida fuera de esta galaxia que habitamos. Es un pensamiento tan sencillo, y tan acertado desde su comprensión, que es casi inútil insistir en él, parece "lo lógico".
A la vez es algo que deja la mirada más tierna de esta historia: un niño es feliz, sin más, viviendo en la ilusión, si le enseñamos a tenerla en lo que le rodea. Somos nosotros, los adultos, los que nos torturamos una y otra vez sobre lo que pasa, sobre lo que pudo haber pasado o sobre el más allá de estos muros que casi siempre nos rodean. Jack vive el presente con Má, y por eso es feliz.

Má también era feliz con él, juntos, pero es al salir al mundo cuando ambos se enfrentan de repente a esa marea de sentimientos y de impulsos apresurados, sin saber cómo hacerle frente.
Es entonces cuando a ambos se les pide madurar de forma brusca, aceptando esas realidades que Má tenía inconscientemente como lejano ruido de fondo, y la adaptación se hace más difícil cuánto más evidente es que el mundo continuaba existiendo a pesar de que se hubiera construido uno propio. 'La Habitación' habla de la decepción, de la pérdida de la inocencia, pero también habla de la recuperación de nosotros mismos, un puzzle infinito del que siempre tendremos que estar juntando piezas.

La única manera de juntarlas sigue siendo la misma, aunque a veces la olvidemos: con amor, con todas esas personas que significan algo, y que pueden sostenernos cuando nosotros no podemos.
Jack salió al mundo para descubrir que no sabe lo que es, y mientras le acompañamos en sus divagaciones, tan sencillas pero a la vez tan ciertas, nos damos cuenta de que no es fácil explicarlo. Pero probablemente el golpe más duro fue ver que tras su madre, única y resolutiva, se escondía una joven de adolescencia robada llamada Joey, alguien que como él nunca conoció mal alguno hasta que fue forzada a pasar por ello.
Pero, juntos, siguen siendo el único niño de Habitación, y Má. Siguen siendo esas dos personas cuya existencia y razón de ser se debían la una a la otra, sobreviviendo en un entorno que, una vez más, les será extraño para toda la vida.

De la crueldad, de la pena, de la depresión... de esos no se podrán librar, siempre acaban desmoronando hasta el más perfecto refugio, ya sea impuesto o emocional.
Pero la felicidad, el cariño, esos siempre estarán ahí, porque nunca faltaron.
Charles
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