"Instituto, universidad, casarse, niños, tener trabajo estable... eso no era para mí.
Yo quería experimentar lo extraordinario, encontrar tribus perdidas, tesoros ocultos, adentrarme en lo más profundo de la selva...
Descubrir lo desconocido."

Las palabras de Yossi se quedan grabadas al principio de su viaje, como una filosofía de vida pero también como un propósito que cumplir.
Ese principio está plagado de todo lo que siempre deseó: intrépidos y sabios compañeros de viaje con los que compartir experiencias, coloridos festivales febrilmente exóticos que inundan los sentidos, gentes locales deseosas de compartir sus historias, y hasta amores de breve estancia con los que compartir sinceras confidencias tras la resaca de una hipnótica pasión.
¿Hemos descubierto lo desconocido? Sí... y no, qué va.

Sigue faltando algo en ese crisol de experiencias de Yossi.
Algo como lo que le promete el guía Karl: "una aldea oculta en plena jungla, rastros de un mundo que se perderá...", una irresistible tentación para encontrar ese paraíso perdido que inconscientemente siempre ha estado buscando.
Sus amigos no son difíciles de convencer, convencerse a uno mismo tampoco es complicado, y por eso se internan en terreno salvaje, con más sueños y ganas que preparación.

Flota de fondo una suerte de angustia vital, una aprobación paterna que Yossi nunca tuvo al decidirse por su vida viajera, y por eso el entusiasmo es explosivo y acaparador, de la clase que quiere probarse algo antes que realmente experimentarlo.
Que te den papá, nunca verás ninguna maravilla natural.

Así es fácil desoír las calmadas, reflexivas y en algún punto siniestras divagaciones de Karl, hablando de una jungla que talamos y destruimos porque su misma existencia nos supone un desafío a la razón, el único lugar del planeta que nunca podremos conquistar del todo y por eso queremos limitar todo lo posible.
Mucho más sencillo es quedarse con el discurso que interesa: "los salvajes son verdaderamente libres, porque se olvidan de que existe civilización fuera de su mundo".
Un estado mental con el que Yossi y amigos apenas pueden soñar.

'Jungle' no es, pese a lo que pueda parecer en un primer momento, un cuentecillo moral sobre los peligros de idealizar lo que se desconoce: hay espacio para la felicidad en este rincón del mundo, filtrada a través de la luz del atardecer, generada por un sentimiento de aventura tan puro que sólo puede dar la mezcla de mugre, cansancio y excitación por lo desconocido.
Pero también hay terroríficos peligros ocultos en la vegetación, pequeños depredadores que se alimentan de tus entrañas y la angustiante sensación de que un mal paso o simple mala suerte pueden darte una muerte lenta y angustiosa.
Todo ello, lo bello y lo horrible, están entretejidos en ese lugar especial, en el que tan pronto entendemos el placer que los aventureros encuentran en él como creemos ver un poderoso jaguar amenazándonos desde la oscuridad.

Un claro infierno para el hombre, y un esplendoroso paraíso para el alma que quiera buscarlo (¿sufrirlo?) con ahínco.
Sin embargo, Yossi llega a darse cuenta de que la jungla no es lo más terrible que le puede pasar, revelándose ante él que cada pequeña inseguridad, negativa o miedo se convierten allí en sus peores pesadillas, amplificadas en el murmullo nocturno de los animales salvajes: aquel padre que nunca comprendió, el amigo al que nunca se apreció, un fugaz amor que le marcó, la soledad que con nadie compartió, una pesada carga que nunca se aligeró... él mismo dice "se necesita tiempo para vivir", y se podría decir que apenas se necesita un segundo para darse cuenta de lo que es eso, de verdad.
Y al borde de la muerte, hambriento y malherido, acechado por mil peligros, a Yossi le quema esa realidad, hasta que encuentra su equilibrio, una belleza inesperada que ningún otro viaje ni circunstancia le podría haber enseñado.

Definitivamente esta no era una historia de supervivencia.
No iba sobre atravesar un lugar oscuro e imposible... sino de hacer las paces con ese lugar, apreciando tanto lo bueno como lo malo que tiene que dar. Haciendo de sus breves pausas nuestra fortaleza, creciendo nuestra valentía ante sus asegurados peligros.
Una depuración del alma y de todo lo que nos sobra, hasta darnos cuenta de que hemos alcanzado la más pura libertad.

Lo malo, y lo bueno también, es que nadie que lo haya vivido te lo sabrá explicar.