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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Comedia. Drama Christian, mánager de un museo de arte contemporáneo, se encarga de una exhibición titulada "The Square" en la que hay una instalación que fomenta valores humanos y altruistas. Un día le roban el móvil y la cartera en plena calle, incidente que causará más consecuencias de las esperadas.
13 de noviembre de 2017
117 de 140 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien sea habitual de los museos de arte moderno no será extraño a la propuesta de esta película.
En esos sitios cabe de todo, desde lo patético hasta lo terrible, obras inacabadas e insoportables pedanterías, hipocresías gigantescas y visiones agresivas.
Son desiertos de irrealidad, lidiando con la simple posibilidad de arrancar sensibilidad al visitante medio.

Si tan solo pudiéramos ser nosotros las piezas a exposición, nos encontraríamos con algo como 'The Square'.
Ruben Östlund renuncia a un hilo narrativo convencional de buenas a primeras, y en su lugar nos ofrece pequeñas pildoritas, vagamente conectadas por Christian, mánager del museo de Copenhague que, en los días previos a una exposición, intenta encarrilar una vida absolutamente fuera de control.
La obra de arte en cuestión, que da nombre a la película, se trata de "un espacio seguro donde toda persona tiene los mismos derechos y responsabilidades", y sería fascinante ver lo que sucede dentro del cuadrado, pero lo de fuera es cien mil veces más interesante.

Al principio se aparece esa estampa habitual que cualquiera puede ver por las calles, en la cual un mendigo despatarrado por la acera comparte espacio con una voluntaria que pide donativos para el extranjero, y uno se pregunta si hasta ahora no se había dado cuenta del absurdo que es preocuparse por lo de fuera cuando se muere por dentro.
Pero la cosa no acaba ahí: un ballet de estudiada indiferencia se mueve alrededor de Christian, el único que reacciona al oír una chica que pide ayuda, y Östlund nos deja deliberadamente ciegos (pero no sordos) al posible peligro que se aproxima.
Quizá, si no sabemos qué hay, nos podrá la curiosidad en vez de la indolencia. Tal vez, si nos urge ver no podremos apartarnos una vez que decidamos retirar la mirada: ya estamos atrapados en la misma red que los retratados, y apenas hemos entrado a la galería.

Ese es el tema que nos persigue a cada cuadro de la vida de Christian: la cuidada ceguera que dedicamos a todos los problemas del mundo, mientras diseñamos costosas, polémicas y a la postre irrespetuosas campañas publicitarias denunciándolos, porque es la única manera en la que podemos sentirnos bien, fingiendo hacer algo desde cálidos despachos en los que en realidad no se hace nada.
Dos jóvenes y habilidosos publicistas hablan de nuestra limitada capacidad de atención, "2 segundos iniciales como mucho", y entonces se explica que buscamos hacer todo el daño posible con lo que creemos verdaderamente importante, ya que pensamos que no atravesaremos nuestra insensibilidad ejercitada cada día.
Eso sí, luego habrá que bromear conque a alguien le suene el móvil durante un discurso duramente ensayado, o tratar de llevar con normalidad una rueda de prensa en la que un afectado por síndrome de Tourette le pide a la moderadora que enseñe las tetas: porque la tolerancia debe funcionar siempre, hasta en las situaciones más extremas, ni que sea porque es más fácil concederla que prestar verdadera ayuda.

La inauguración de The Square entonces se aproxima como algo muy parecido a una esperanza, en palabras del propio Christian, un retorno a "esos tiempos donde un niño podía jugar solo, porque los demás adultos serían gente en la que confiar y no rivales".
Un idealismo que choca frontalmente con su planificada confusión al hablar frente a Anne, su amante pasajera (en segundo plano hasta cuando la folla apasionadamente); con la frialdad de interacciones humanas incómodas y utilitarias frente a obras casi salidas de la basura; y, sobre todo, con la inocente pero malhablada acusación de un chaval a su persona, que da la vuelta a todo el discursito de adultos cuidando de los niños.
A su favor, hay que decir que la propia película evita hacer mucha sangre de su obra: cómo tratar de explicar los propios actos si hacerlo implica mearse en la libertad de expresión o ser un cobarde, según sople el viento de la siempre volátil prensa.

Me ha gustado el recorrido por el museo, aunque no todas las obras estén al mismo nivel, y ni siquiera parezcan pertenecer al mismo artista.
Pero me callo por si acaso, que quién sabe si conviene ir contra la masa.
O a lo mejor mañana grito más que nadie, diciéndoles a todos que vayan a apreciar verdadero arte.

Mierda, creo que ya estoy dentro del Square que nos hemos formado entre todos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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