Allá por 1954, al magnífico Richard Matheson se le ocurrió una historia en la que planteaba una infección planetaria no como una anomalía, sino como un naciente orden social: el "malo" éramos nosotros, que no teníamos cabida entre la nueva especie.
Tres versiones cinematográficas de 'Soy Leyenda' después, parece que nadie comprendió realmente de que iba el tema.
Y entonces llega 'Melanie, the Girl with all the Gifts', en esencia más adaptación que todas las anteriores.

Melanie permanece cautiva en su celda todos los días, sin ver la luz del sol, acompañada únicamente de la oscuridad.
Aún así, siempre recibe con una sonrisa a los soldados que la llaman "aborto" y la llevan bruscamente a la clase de la señorita Justineau, dónde se encuentra con más niños maniatados, todos ellos obedientes y esforzándose por aprender.
¿Por qué les llevan así? ¿de qué les están protegiendo?, solo unas cuántas preguntas que el espectador afortunado y desinformado tendrá todo el rato presentes.
El sargento Parks revela las respuestas, cuando vemos a una clase convertirse en una rugiente jauría contenida: son los humanos quiénes se están protegiendo.

No es la primera vez que nos han contado esta historia, pero sí la primera en la que el orden social está tenebrosamente presente.
Los infectados parecen imponentes paseantes de ciudades comidas por la vegetación y la maleza, a su aire, inspirando cierto respeto, mientras los humanos conviven en laboratorios subterráneos, como ratas, con la violencia y la opresión como moneda de cambio, buscando una incierta cura.
En ningún momento parece que los primeros estén flaqueando, mientras que los segundos, tras todo su aparato militar, parecen más desorientados y perdidos que nunca.
"¿Quién es el monstruo?" parecía siempre ser la pregunta, mientras que aquí es "¿existe alguno en este planeta listo para heredar?".

Melanie, entre ambos mundos, no puede dejar de querer el aprecio de la señorita Justineau (porque no todo ser humano es malo), pero tampoco puede ignorar lo... "puro" que parece el mundo cuándo deja libre su naturaleza.
Ella, autodidacta y sola, se da cuenta de que existe otra opción aparte de la que le han enseñado, que no tiene que ser el monstruo de su cuento, que no todos los males de la caja de Pandora eran realmente malos.
¿Cómo juzgar a una niña que aprende a proteger su modo de vida?
No se puede, de la misma manera que no se puede evitar que los niños maduren, y quieran cambiar el injusto orden social.
Por fin, tienen las llaves para hacerlo, aunque los adultos avejentados vuelvan a intentar pararles, solo que esta vez no podrán.

Heredarás la Tierra, Melanie.
Y al igual que Pandora, acabarás convertida en leyenda.