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España España · Madrid
Voto de Charles:
5
Acción. Ciencia ficción Thomas (Dylan O'Brien) y los demás clarianos tendrán que enfrentarse al mayor desafío de sus vidas: buscar pistas sobre la misteriosa y poderosa organización "CRUEL". Esta aventura los llevará a "La Quemadura", un apocalíptico lugar lleno de inimaginables obstáculos. Aliados con miembros de la Resistencia, tendrán que descubrir quiénes son los dirigentes de la secta y cuáles son sus planes. (FILMAFFINITY)
20 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
'El Corredor del Laberinto' probablemente nunca fue una historia destinada a la grandeza, ni dentro de las sagas adolescentes ni dentro de las ucronías de ciencia ficción.
Pero, innegablemente, tenía cierta dignidad, cierto sentido de aventura de las de antes, con un afortunado desarrollo de personajes, mezclado con un misterio creciente y una ambientación tan colosal como curiosa. No era de lo mejor, pero se podía ver y pensar que daba pie a algo más.

'El Corredor del Laberinto: Las Pruebas' llega para poner en jaque esa afirmación.
El primer y esencial choque es cuando se pasa del laberinto, ese criadero paranoico de jóvenes, al mundo abierto post-apocalíptico de fuera. La novedad es que no hay novedad: dicho de otro modo, casi todos los atractivos que aparecen en pantalla (desiertos abrasadores, ciudades arrasadas, un conato de zombies) ya se han visto en otras ocasiones, y en mejores.
Hay cierto espíritu de aventura frenética que sin embargo se ve aplastado cuando se incumple el único mandamiento que una historia de este tipo debería evitar no cumplir: no aburras. Así, lo que en la anterior película era una amenaza final de que su sencillo argumento se iba a complicar, aquí se convierte en una multitud de conversaciones que quieren desentrañar el misterio de por qué ellos, y por qué les persiguen, pero evita quedarse sin cuerda para secuelas. Es decir, el equivalente cinematográfico de ni comer ni dejar comer.

A rescatar, sin embargo, a Thomas y compañía, que siguen manteniendo cierta carisma en un tiempo en el que es bastante complicado no convertirte en el peso muerto cargante de tu propia saga juvenil (que se lo digan a la horrenda Shailene Woodley de 'Divergente'), porque no son simplemente "gente a la que le pasa cosas", sino protagonistas activos, intrépidos y que intentan por todos los medios luchar contra un entorno que se ha vuelto en su contra completamente. Demonios, si hasta Thomas llega a quedarse en un momento de fácil huida solo porque eso implicaría dejar a sus amigos atrás; esa es la clase de heroísmo pequeño que es grato de ver aquí.
De hecho,está la idea un poco maliciosa e irónica de tener a un grupo de adultos, comandados por el feroz Jansen, dando caza a lo que en el fondo no son más que críos. Sí, el mundo debe estar en ruinas para que al borde de la extinción nuestro principal objetivo sea extraer la médula de las nuevas juventudes a cualquier coste. También se puede ver como una lucha desesperada de Thomas y los suyos por labrar un nuevo futuro mientras las antiguas generaciones eligen perseguirles hasta el fin de sus días conscientes de que su lugar y tiempo se acaba... pero tampoco hay que leer demasiado hondo, es algo que está ahí.

También, y pese a todo, Wes Ball, que como narrador está más que correcto, encuentra tiempo para hacer un melancólico réquiem por una humanidad perdida.
En el tramo más felizmente anormal de la historia, Thomas y Brenda, una nueva adición a sus compañeros, llegan a las ruinas de una humanidad que malvive del negocio de la extorsión, que organiza apuestas de pelea contra los Raros y que elige anestesiarse en un éxtasis duradero antes que enfrentarse al mundo de afuera. Y es entonces cuando Thomas, durante un momento en calma, reflexiona sobre las atrocidades que ha visto, y podría uno preguntarse cuán jodido puede estar el mundo, no físicamente, sino moralmente tras un apocalipsis.
Igual que cuando Teresa confiesa una historia pequeña, una que pasaría desapercibida frente a las grandes pérdidas de ciudades arrasadas, abriendo el interrogante de cuántas situaciones dolorosas habrán marcado a sus portadores, y cuántas de esas historias pequeñas no fueron dolorosamente olvidadas siendo más números en un cómputo global.

Es decir, que no falta talento, solo faltan ganas de expandir una mitología que debe más romper y rasgar que acomodarse si quiere ponerse a la altura de su punto de partida.
Y ojalá que lo consigan, porque no es tan habitual ver una saga adolescente que apuesta por el bien común grupal y no por el heroísmo de baratillo disfrazado de autoafirmación personal.
Charles
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