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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama. Comedia Joel Goodsen es un joven de 17 años, universitario y responsable. Un chico en el que cualquiera puede confiar. Pero ha sido bueno durante demasiado tiempo. Ahora los padres de Joel se encuentran de viaje, y él está solo a cargo de la casa. Sus padres, confían en él. Aunque quizá no deberían... (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El vecindario parece el mismo, pero nos encuentra más confiados y atrevidos.
Colarse en casa ajena, la sublimación de lo prohibido, dispara una excitación que en la realidad nunca hemos sentido.
Y allá en la ducha neblinosa, se adivina una figura femenina que es, a la vez, inalcanzable objeto de deseo y placer voyeurista de la desnudez.

Quién no ha tenido un sueño así, alguna vez, en las fronteras de la madurez y el despertar sexual.
'Risky Business' va más allá de la mera fantasía adolescente porque, lejos de recrearse en sus alocadas perversiones, elige tratarlas con el halo mítico que alguna vez tuvieron, mirándolas con ese puntito idealizadoramente romántico que más tarde o más temprano acabamos perdiendo.
Perder la virginidad fue una vez la promesa de acceder a un mundo de leyenda, uno del que todo el mundo hablaba y que, en algún punto indeterminado de los 18, guardaba toda la libertad que se nos escapaba.

Joel Goodsen así lo siente, y la banda sonora de Tangerine Dream se encarga de transportarnos a ese lugar imaginado, donde ser un buen chico siempre es la peor de las pesadillas al despertar.
Cuando sus padres se van, casi notamos el agobio en plano subjetivo, la necesidad de agradar, de mantener la compostura, de cumplir con las expectativas que nos han dado.
Mala suerte que un "pero qué diablos" haya estado fraguándose en la cabeza de Joel desde mucho antes, y una llamada a chicas de compañía sea el impulso oportuno para dejar de ser solo el príncipe de ese reino que se le ha entregado.

A partir de entonces, se podría decir que 'Risky Business' pasa a ser una fábula con moraleja: un cuentecillo sobre los peligros de tomarte demasiado en serio, persiguiendo una excelencia que a nadie le importa, pervertido por la traviesa y sensual hada que encarna Rebecca De Mornay.
Ella, Lana, con su insistencia en quedarse, con sus juegos que buscan el placer de picarle, salva a Joel de ser otro ciudadano modelo, de esos con muchos títulos y cursos empresariales, que a la hora de la verdad nunca han probado las delicias del riesgo ni han vivido al límite sin importar lo que pase luego.
La jeta de Tom Cruise sudando de su plaza en Princeton representa el glorioso sentir oculto de varias generaciones: porque todos hemos preferido ese Princeton estampado en la provocativa camiseta de quien nos va a quitar los pantalones.

También es verdad que todo podría haberse quedado en una broma que se salió de las manos, incluso en un calentón momentáneo que fue "otro más" en el frenesí de llevar un prostíbulo a tierna edad.
Pero es en ese viaje en tren al final, bajo las miradas airadas de la supuesta decencia, en un hechizo al borde del despertar, donde se descubre la verdadera naturaleza de lo que ha sucedido: Lana y Joel lanzando el "pero qué diablos" más grande del mundo, condensado en un recuerdo que nunca se irá.

Solo espero nunca mirar una experiencia como esta desde la superioridad moral, creyendo que nunca la he deseado.
Ni tampoco que cualquier bronca posterior, ese precio que siempre se paga, empañe las locuras disfrutadas.
Charles
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