Ocurrió en Texas.
El plano nos lleva justo hasta ese mismo instante en que una promesa se ata, fuerte y decidida, a ras del suelo, dispuesta a perdurar en la dificultad.
Todo el mundo ha pasado por alto que, lo que rápido se planta, el doble de esfuerzo requerirá para crecer.

No hay agua que pueda apagar el fuego de Ruth y Bob: a modo de gasolina, lo alimentan con cartas, tachadas y reescritas, que guardan intimidad pese a que antes de mandarlas todo el mundo las mira.
La suya es una lucha en la que no se avanza, sino que se resiste, porque ambos tienen claro que Bob irá a la cárcel, y la espera tendrá que ser lo que menos se interponga entre los dos.
Pero como siempre, otros planes van surgiendo de la necesidad, otras circunstancias les encuentran sin que puedan mirar atrás.

'En un Lugar sin Ley' no es un western, tampoco es un romance, sino que es el retrato mismo de lo cotidiano: el fluir de unas situaciones que se dirigen a una misma desembocadura, por mucho que las piedras en el camino quieran corregir el rumbo.
Nosotros vemos a donde llevan, y desearíamos avisarles, pero ni todas las dificultades podrán apagar el calor de un fuego que todavía, levemente, arde.
Ruth espera porque siempre lo ha hecho, Bob huye porque es lo que tiene que hacer, y ninguno se plantea otra cosa porque les pilló, desprevenidos como a nosotros, la posibilidad de un embarazo y una vida que compartir.

Sin embargo, a medida que nadan contracorriente se puede localizar el momento justo en que sus convicciones empiezan a flaquear.
Bob pasa a tener la mirada del desesperado, del que sabe que sólo por una cosa puede luchar, porque abandonar significaría resignarse a morir, a ser el miserable que todos desean que fuera.
Y Ruth no dice nada, pero deja de esperar con seguridad, y se encomienda a una fe transcrita en cartas que ocultan rezos: "ojalá nos podamos volver a encontrar, en algún lugar, lejos de aquí".
Nadie dijo que la vida, tras arriesgarlo todo, tenía que ser así.

Aunque queda un consuelo: si se tiene suerte, hay personas que esperan, que se quedan, y besarán cada herida que traigamos.
Lo único por lo que este lugar de ley merece la pena, aunque las cicatrices nos recuerden esos sentimientos repentinos y abrasadores que no se pueden volver a vivir.

Esta es una historia de decisiones que queman, hasta que no lo hacen nunca más.
Y ocurrió en Texas, pero seguro podría haber ocurrido en cualquier otro lugar.