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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Serie de TV. Ciencia ficción. Western. Drama. Intriga Serie de TV (2016-2022). 4 temporadas. 36 episodios. Westworld es un parque de atracciones futurista y controlado por alta tecnología dirigido por el Dr. Robert Ford (Anthony Hopkins). Las instalaciones cuentan con androides cuya apariencia física es humana, y gracias a ellos los visitantes pueden dar rienda suelta a sus instintos y vivir cualquier tipo de aventura o fantasía, por muy oscura o peligrosa que sea, sabiendo que los robots ... [+]
6 de octubre de 2016
25 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dolores se levanta cada día con una ilusión.
Como ella misma dice, elige ver la belleza en todo, pese a que los demás puedan ver lo contrario.
Para ella el inicio del día es un padre perfecto, un día perfecto, un "paraíso". Todo humilde, pero también todo lo que puede desear.

Cerca de allí, el recién llegado Teddy podría decirse que va a su encuentro.
Para recrear el perfecto escenario de romance entre el curtido pero encantador vaquero que llega al pueblo, y la inocente damisela que le lleva esperando años desde que él partió. Sabemos que este entorno no es real, pero nadie puede dudar de que es idílico, por lo que ellos dos comparten.
Incluso, pese a que existan peligros en él, sabemos que nuestros amantes acabarán con ellos. Al fin y al cabo, qué sería de un western si después de una cabalgata al atardecer no pudiéramos tener al héroe dando una lección a los bandidos de siempre.
Pero, en un guiño metanarrativo al espectador, todo eso se esfuma por razones que no conviene desvelar. Hemos sido utilizados, nos han hecho una prueba para que veamos la perfección física de ese parque de atracciones, la pureza de su fantasía. Y a la vez nos han mostrado que poco queda de aquellos robots maléficos de la película original: aquí los crueles somos nosotros, simplemente porque podemos serlo, porque nos lo han permitido.

También esos diez primeros minutos han sido claves para fijar una idea en nuestra cabeza: la idea de que existe un bucle continuo, que todo lo ordena y desarrolla, en 'Westworld'.
¿Solo existe ese bucle para los androides del parque? Nadie lo diría, viendo a los ingenieros y creativos detrás del entorno, maravillándose y perfeccionando sus creaciones en irreales espacios tecnológicos, donde lo que huele a fuera de lugar son los vaqueros, caballos y demás elementos del salvaje Oeste.
Ellos también están sumidos en un bucle, uno en el que no existe la expresión definitiva, la intrahistoria definitiva, ni siquiera el parque definitivo. Hay que seguir creándolo, perfeccionándolo. El establecimiento de un espacio para crear todo lo que a uno se le antoje, la responsabilidad de ser Dios, nunca es tarea fácil.

Sin embargo, no existe nada de trabajo pesado en esas obligaciones. Cada persona vuelca su ilusión en el parque, más que trabajar.
El ingeniero jefe se maravilla de que, algún día, todos esos pequeños detalles gestuales de los androides estén construyendo algo parecido a un subconsciente virtual. El guionista, jefe también, no deja de crear subtramas relacionadas entre los androides del parque, buscando que se reconozca su inigualable genio para el drama y la acción. Y el dueño, el señor Ford, baja siempre que puede al almacén de androides desechados, un frío mundo subterráneo donde millones de sintéticos defectuosos permanecen durmientes, para hablar siempre con el mismo borrachuzo de taberna al que se le traban las palabras.
Detrás de todas esas rutinas no hay belleza, hay una obsesión enfermiza que busca el fin de las diferencias entre humanos y androides. Siempre para beneficio del adinerado que acude al parque a sentirse el pistolero más peligroso del Oeste, claro.

¿O hay algo más? ¿Hay un intento de recrear vida humana, controlarla, y hacerla nuestra?
La clase de deseo que solo puede llevar a la insatisfacción o a la locura, por mucho que se intente disfrazar de (no tan) inofensivo parque temático.
Querer lo que no se tiene lleva a la tristeza. Buscar lo que apenas se puede concebir que existe lleva a la auto-destrucción. Que se lo pregunten si no al padre de Dolores, con una mente incapaz de procesar algo tan inalcanzable como el Times Square del S.XXI.
Y sin embargo, él lo intenta, buscando posibles en un mar de improbables, tratando de comprender una realidad que se le escapa. Es más terrible la repentina sabiduría que la ignorancia.

Quizá las obsesiones no surgen. Se crean, se perfeccionan, se dan forma.
Y se deja que nos destruyan.
Todo el mundo aquí quiere lo que no puede tener. Lo que, por unos recién llegados al parque con sed de gloria, por jefes intransigentes, o por sencilla crueldad de los invitados se acaba destruyendo, solo para vivir un día más, un bucle más.
Nadie presta atención a la sencilla obsesión de Dolores por "ver la belleza en todo". Una que, a pesar de nacer artificial, acaba teniendo más sentido entre los que le rodean, sintéticos o físicos. Ella es la estrella del parque. La única que arroja cálida luz a nuestra negra oscuridad.
La única que ha aprendido a vivir con su obsesión, y soportar cómo cada día es destruida, porque a la mañana siguiente seguirá intacta. Si eso no es más "inteligencia" que "artificial", no sabría entonces decir qué es.
Tal vez ella sea más real que todos nosotros, los que nos afanamos por seguir un bucle sin darnos cuenta de que será imposible hacerlo con el peso de nuestros errores.

¿Acabaremos trasplantando nuestros demonios a esa consciencia pura y sin error?
Solo el tiempo lo dirá.
Pero gestos sencillos como espantar una mosca que antes pasaba desapercibida no aparecen por casualidad. Ya no hay olvido de una emoción que apenas se comprende.
El parásito está ahí, y me está molestando. Una acción no muy diferente a la que emprenden día tras día todos los visitantes del parque.

Mientras tanto, "es un feliz día en el paraíso".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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