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España España · Madrid
Voto de Charles:
9
Drama Cuando Mark Schultz (Channing Tatum), medallista de oro olímpico, es invitado por el rico heredero John du Pont (Steve Carell) a su magnífica mansión para ayudarle a crear un campo de entrenamiento de alto nivel en el que preparar a un equipo para los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, Schultz dice que sí inmediatamente. La razón es que allí espera poder concentrarse en los entrenamientos y evitar así que su hermano Dave (Mark Ruffalo) ... [+]
16 de febrero de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se abre con los poderosos cazando zorros a lomos de sus caballos, los 'Foxcatchers'.
Otros tiempos, otras personas, de cuándo el dinero definía a una persona y un hombre de fortuna no tenía que ensuciarse las manos cazando al zorro.
Si hay una lectura implícita en 'Foxcatcher', esa es la de la futilidad y progresivo deterioro del hombre rico en este S.XX que ya dejamos atrás, representado en la figura de John du Pont.

Es su historia, contada y detallada a través de su apadrinamiento por los hermanos Schultz, la que le retrata como un hombre pobre, bajo el ojo de sus allegados, bajo el peso de su legado, bajo el peso de la aplastante derrota que siente por el legado familiar, y el deportivo que no ha llegado a hacer suyo.
Acude a Mark, un grandísimo gorila con el cuerpo (y mandíbula) de Channing Tatum, en su hora de necesidad, cuando solo le pagan 20 dólares por una charla en un instituto de mala muerte, y ambos reciben una promesa por otra: Mark volverá a ser campeón, John podrá conseguir su hueco en el mundo deportivo.

Las cosas se tuercen, como no podría ser de otra manera, y lo que parece una relación de conveniencia y mutuo respeto más tarde se ve truncada por la aparición de Dave Schultz.
Sintetizando en una sola persona todo lo que John no puede ser, Dave es bienintencionado, con familia que le quiere, rodeado de profesionales que le respetan y con toda la confianza de su hermano Mark. Resulta casi hasta esperable ver la mueca de decepción de Du Pont, ahí, agazapado en la grada, cuando Mark y Dave se funden en un abrazo de fraternal entendimiento.

Y desde luego no será porque no lo intente, con esos ademanes de gran entrenador (su perenne chándal siempre encima), bromeando con sus deportistas de élite como uno más, construyendo un documental meticulosamente preparado sobre su gloria y fortuna.
John du Pont parece tenerlo todo, pero olvida que la práctica de su teoría se le escapa. Quiere ser amado, pero temido, quiere ser homenajeado, pero nunca retratado. Un pobre niño rico que descubrió que todos los simples placeres de su vida eran por su dinero, nunca por su habilidad o don de gentes.

Los paisajes helados de la granja de Du Pont, su mortecina tez y nariz que simulan un agüila siempre alerta, todo en él produce repulsa, y ni todo el dinero del mundo podrá cambiar eso.
Steve Carell se hace grande en los detalles, en su pose enferma recostado en el diván, sabiendo que un único plano en su documental separa la entrada a la fama del deporte o la más completa decepción consigo mismo.

Olvidamos, no son los locos balbuceantes como Mark los que debemos observar.
Son los locos callados y pensativos como John du Pont los que acaban haciendo lo que nadie esperaría, fruto de una mente podrida con sueños de grandeza y miradas reprobativas de una madre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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