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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Drama Londres, 1964. El nacimiento de dos sectas juveniles rivales (los "mods" y los "rockers") tiene consecuencias devastadoras. Para Jimmy y sus compinches, una pandilla bien trajeada, adicta a las pastillas y siempre a lomos de sus scooters, ser un mod es una forma de vida, es pertenecer a su generación. La cuadrilla de Jimmy se va a Brighton, dispuesta a vivir una salvaje aventura de drogas, emociones y batallas campales contra los rockers. (FILMAFFINITY) [+]
10 de enero de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay historias que deberían permanecer por siempre como fueron.
Quitarles arrugas, rayajos, manchas... quizá las quite parte de su identidad, quizá las prive del sentido que en su día albergaron. No sería que la mancha fuera necesaria, pero quizá, extrañamente, queda mejor donde está.
Como si al quitarla, se fuera parte del encanto acumulado de un trozo de celuloide.

Así sucede con 'Quadrophenia' y sus remasterizaciones.
Uno ve la versión restaurada y sigue apreciando lo fresco de sus jóvenes personajes, viviendo en ese Londres setentero de la época. Pero en la anterior versión parecía que estabas ahí, sumergiéndote en una sensación de vivir incomparable, una que sería imposible rastrear ahora. Aún con rayajos, y mal transferida, la copia de hace años me hizo sentir una ventana abierta a un tiempo que jamás conocí, mientras la más nueva solo era una ventana, cerrada e inmutable.

Pero más allá de las valoraciones de copia, lo cierto es que el espíritu de 'Quadrophenia' es ese: retratar un momento concreto de la vida de un joven.
En concreto, ese momento en el que todo parece más importante de lo que es, y nos creemos eternos, perfectos e inmortales. Jimmy no se siente diferente de todos los que le rodean, y esa es su mayor fortaleza, la de pertenecer a un modo de sentir las cosas único. Uno en el que no importa tanto el trabajo por la mañana y sí las chicas y las diversiones regadas con alcohol por la noche.
La ignorancia velada y casi cruel de sus jefes, o la ira de sus padres es apenas un ruido de fondo, porque él es un Mod, y eso es más de lo jamás podrá aspirar nadie.

En sus trapicheos en el enésimo bar o en su manera de ligar con Stephanie le conocemos, vemos cómo su manera de ser es ruda y desagradable, pero tiene la justificación de la juventud detrás.
Nada parece demasiado serio con ella, e incluso lo que debería ser muy serio enseguida se deja atrás con el frenesí de noches sin fin colándose en fiestas sin privarse de nada. Aquí esta historia cobra un doble valor: no solo la de mostrar la vida de Jimmy con sus amigos, sino la de meterse literalmente en fiestas de la época documentando algo que no salía en ningún lado. El efectismo huye del plano y solo queda la, quizá plana, quizá más sencilla, realidad de la que todos eran parte.
Como una fiesta de hoy, pero hace casi 50 años. Y ahí estamos, viviéndola y esperando que no vuelvan los padres antes de que bailemos con esa chica que reluce bailando.

Los Mods y los Rockers van a la playa a partirse la cara, con la música sonando que nos recuerda lo único del momento. Son eternos, son inmortales, somos los Mods.
También participamos en la lucha, en los cristales rotos con furia desatada, de igual manera que en el sexo callejero al calor del momento. La experiencia tiene la clase de carta blanca sin límites que solo da una mente anulada a pastillas, pero no se puede negar su enorme pureza, de grandísima lucha que formará parte de las leyendas del mañana. No tuvimos ninguna Guerra Mundial, crecimos demasiado acomodados para ellas, pero sí hubo una playa de Brighton.
El As de Oros, Sting como ídolo inalcanzable, nos recuerda por qué luchamos y a quién aspiramos a parecernos. No a los viejos de mirada insidiosa del trabajo, sino al tipo que tiene la misma habilidad bailando que dando puñetazos a policías, sin perder la sonrisa en ningún momento. Esa sonrisa nos da la seguridad de que este momento jamás acabará.

Pero lo malo es eso: que la juventud acaba.
Vemos a Jimmy tratando de atesorar todo lo vivido, y viendo que es tan difícil como guardar arena entre los dedos. Tarde o temprano todo se escapa, y solo queda el recuerdo. Quizá eso significa madurar.
La música se apagó hace mucho tiempo, pero en su cabeza no dejó de sonar evocando el calor del pasado verano. Eso significa algo, algo tan fuerte y tan verdadero que ni la decepción ni el cambio podrán borrar.
Un estilo de vida. Aquí quedó grabado.
Charles
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