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España España · Madrid
Voto de Charles:
9
Fantástico. Drama. Romance. Thriller En un inquietante laboratorio de alta seguridad, durante la Guerra Fría, se produce una conexión insólita entre dos mundos aparentemente alejados. La vida de la solitaria Elisa (Sally Hawkins), que trabaja como limpiadora en el laboratorio, cambia por completo cuando descubre un experimento clasificado como secreto: un hombre anfibio (Doug Jones) que se encuentra ahí recluido. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2018
217 de 369 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empieza desde las profundidades, en el estado etéreo del sueño, donde las aguas siguen concediendo deseos.
Poco a poco, se va asentando, dejando de flotar y tomando aires de realidad, mientras una voz nos pregunta: "¿qué te contaría sobre la princesa muda?".
Todavía no se puede dar una respuesta, pero las piezas que se han mencionado, de romance y pérdida, de monstruos que intentaron destrozarlo, hablan directamente a esa parte dormida que todos tenemos, la que todavía sigue buscando finales felices antes de acostarse.

'La Forma del Agua' podría ser muchas cosas, pero que nadie se engañe: es un cuento.
Uno madurado en detalles y silencios, que tiene a sus personajes habitando laboratorios secretos, cines de ensueño y apartamentos viejos. Uno imposible porque juega con esos marcos de fantasía, y sin embargo a cada nuevo verso marca más hondo su dolorosa realidad.
Guillermo del Toro se ha sacado del corazón una pieza de artesanía que, como las obras más personales, extiende su forma más allá de la Guerra Fría, reafirmando por qué seguimos necesitando que nos cuenten cuentos al final del día.

Ya sólo la manera en la que descubrimos la rutina de la protagonista Elisa es fascinante, exclusivamente con miles de ruidos, nunca perturbados por el sonido de su propia voz, marcando el compás de una existencia autosuficiente donde ella no parece desear nada más.
Pero entonces vemos en el piso de su amigo Giles dónde le aguarda el impulso diario para afrontar la rutina, dónde parece que siempre hay una manera encantadora de pasar el día, dentro de esa caja con pantalla de blanco y negro que ha destronado al cine que reluce a través del entresuelo: imitar unos pasos de baile puede saber a poco, pero para Elisa es ganar una sonrisa que le dura todo el gris trayecto de autobús.
Algo que poco abunda en la instalación militar donde limpia, siempre atacada por sus propias compañeras al llegar tarde, y también por jefazos autoritarios que piden su fregona sin deslizar un "gracias" después, siendo todo una versión deforme y plomiza de lo que habita tras aquella pantalla de televisión.

Un día, sin embargo, llega un ser marino, también mudo, también incomprendido, despreciado en su belleza e ignorado en sus sutilezas.
La conexión es inmediata, y el romance inevitable, más hermoso porque implica un espacio fuera de las palabras: dejar un huevo duro en el borde del tanque con la muda ilusión de que el otro lo cogerá, canciones en el tocadiscos que calientan las frías paredes de una caverna de metal y, sobre todo, miradas curiosas que van descubriendo belleza sin igual.
En una época donde ocultar los verdaderos sentimientos era normal, Elisa y un posible Dios del Amazonas establecen un desafío silencioso, inundándose uno con la presencia del otro, cambiando una realidad que, cada vez queda más claro, puede volverse el maravilloso cuento que siempre hemos soñado.

Esta lenta revelación contrasta con la de aquellos ocultos tras caretas, temerosos de lo que no puedan llegar a aparentar y críticos de la persona que ven en su reflejo, esa que camufla ojos que lo cuentan todo en una cara que nunca reconocerán.
Así sucede con Giles, ocultando una sexualidad reprimida bajo una verborrea imparable y un peluquín notable, que le hacen mendigar aceptación propia en base a lo que digan otros, unos para los que nunca vendrá en el momento adecuado.
También se hace notar en Strickland, cuya vida, cual parodia mala de un anuncio televisivo de los 60, se nota vacía y carente de rumbo, siempre a la sombra de una decencia que sus superiores podrían sentenciar que no se ha ganado, algo que ni siquiera un coche último modelo podría asegurarle.
Y, finalmente, también está el doble ocultamiento de un científico soviético, para quien el monstruo representa una prueba de las maravillas naturales, pero que se ve enfrentado a sostener ese idealista argumento ante dos superpotencias para las que aprender, conectar y unir... está sobrevalorado.

Las canciones que se escuchan, las películas que se ven... hablan de un mundo hermoso donde en algún momento se iba a vivir, pero con el que finalmente sólo fantaseamos. Y sólo queda la pena y el desconcierto, como expresa Giles, de quien de repente se encuentra viejo, queriendo decirle a su yo más joven, más inocente, que aproveche la vida mientras aún podía experimentarla sin miedo.
Por eso la desesperada confesión de Elisa cala tan hondo cuando llega, porque hace añicos su miedo tras haberse enamorado, y concibe la supervivencia de su amado, el único que nunca la ha visto incompleta, el único que es feliz al verla cada día, tan necesaria como el aire que respira.
En el momento más hermoso de todo su romance, una frase que se intenta expresar se convierte en pura fantasía, desnuda de colores y profundamente sentida, enfocando a una Elisa que, por fin, se descubre viviendo aquellos sueños blanquinegros imaginados en pantalla de televisión.

Si no nos arriesgamos a vivirlos, sino hacemos nada por cumplirlos, ¿qué somos?
Nada, enmascarados que van tirando, incrédulos que rechazan cualquier milagro inesperado, personas que se niegan el asombro ante lo extraordinario.
Niños que ya no escuchan cuentos, porque la realidad les ha devorado.

Por eso nos preguntan, al principio, qué se nos puede contar sobre lo que pasó en una ciudad a la orilla del mar.
Quizás la hermosa historia entre una mujer y un anfibio, que hicieron del agua su refugio ante el destino que les llamaba.
Quizás el exilio definitivo del monstruo como ser temible, y el delicado entendimiento de la diferencia como una condición más de la existencia.
O tal vez, incluso mejor que todo eso, la prueba de que el amor cura las heridas más profundas, y su mayor poder es transformar mundos fríos con sentimientos que inundan.

No importa porque, sea como sea, este cuento se te va a quedar en el alma.
Para que recuerdes, por si se te olvida, lo maravilloso que es que nos quieran tal como somos, en esta vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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