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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Ciencia ficción. Fantástico. Aventuras Estados Unidos, 1991. Tras una epidemia que mató a todos los gatos y perros de la Tierra, los hombres adoptaron como mascotas a los monos, que acabaron convertidos en sirvientes. Se creó entonces un centro para domesticar a los ejemplares salvajes por medio de la violencia y del electroshock. Armando ha criado en secreto a César, el hijo de dos simios parlantes: Zira y Cornelius. Cuando César comprueba lo que los hombres están haciendo ... [+]
31 de julio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo su apariencia de recargada ciencia ficción futurista, esta cuarta entrega del Planeta de los Simios (podría decirse que "primera") esconde una suerte de amarga reflexión sobre el espíritu humano, y todas las contradicciones que habitan en él.
Queremos tener animales de compañía, pero limitamos su libertad al mismo tiempo que buscamos mejorar su pensamiento.
Queremos dominar sobre todo, pero somos incapaces de dominarnos en situaciones extremas, que piden soluciones racionales.
Y finalmente, buscamos mantener algún tipo de autoridad, que se esfuma en cuanto nos vemos superados por mantenerla.

Todas estas cuestiones se tratan en 'La Rebelión de los Simios' a través de la experiencia de Milo, aquel chimpancé nacido de simios inteligentes de otro tiempo, cuando se asoma por primera vez al mundo real y descubre que nada es como le contaba su amable cuidador Armando, sino mucho peor.
Ahí fuera, los simios que desplazaron a las mascotas viven esclavos de un sistema militarizado y represivo, que les impide acercarse unos a otros y les exige completa obediencia a unos amos tiránicos que no paran de despreciar sus torpezas.
Ningún indicio queda de que humanos y simios convivirían pacíficamente; en su lugar solo hay un clima agresivo que cuesta más mantener que perpetuar.

Milo, pese a querer a su amo Armando, se da cuenta de que no puede reprimir palabras de rabia y frustración mientras su especie sufre, y huye con el estigma de "mono parlante" sobre su cabeza, hasta aposentarse en un puesto de mando desde el que se controla a sus semejantes.
El nombre de César le da una nueva identidad y a la vez una misión: liderar y unificar a su pueblo, para que pueda romper sus cadenas e iniciar una necesaria revolución que ninguna excusa más podrá retrasar.

No parece haber mucha diferencia entre las torturas que se llevan a cabo en las instalaciones y las que hay en cárceles como Guantánamo, y tampoco cabe imaginarse un escenario distinto entre "sirvientes y superiores" si se hubiera visitado el sur norteamericano en la época adecuada: la rebelión de los simios proyecta fantasmas de historia mundial sobre un sangriento futuro, y la historia, como siempre, se repite.
No será casualidad que MacDonald, el único afroamericano del puesto de mando, se use como balanza ética en el enfrentamiento, y tampoco será casual que la noche del levantamiento guarde parecido con fascismos europeos que también buscaban demostrar fuerza contra quienes les creían débiles.

Una nota más amarga de lo habitual se permite esta historia cuando afirma que los simios reflejan la bestia dormida del hombre: al final, estamos entre dos caras de una misma moneda, que la evolución se encargará de equilibrar.
Si acaso, solo queda el leve alivio de un líder sabiendo cuándo debe retirar la mano y cesar el derramamiento de sangre... pero el mañana ya es un mecanismo que avanza unidireccional sin poderse parar.

Los simios han ganado y las bestias han perdido.
Si alguna vez hubo humanos, la humanidad hace mucho que abandonó este planeta.
Charles
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