Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Comedia Andy Stitzer (Steve Carell), de 40 años, ha hecho pocas cosas en su vida. Tiene un trabajo mediocre sellando facturas en una tienda de electrodomésticos, un lindo apartamento con una colección de cómics, buenos amigos... Pero hay una cosa que aun no ha conseguido, y que la mayoría a su edad sí. Andy nunca ha tenido relaciones sexuales. (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A primera vista, tan solo una comedia.
Una en la que ya desde el título y la fantástica cara de pánfilo de Steve Carell nos están diciendo que deberíamos sentir algo de lástima por este tipo, incluso burlarnos de él, por preferir pasarse las noches con sus figuras de acción en vez de con mujeres.
Pero, a medida que pasan los minutos nos va ganando esa misma cara de pánfilo, cuando vemos que tras ella se esconde solo un tipo corriente que, vaya hombre, no ha tenido la oportunidad adecuada. Y la verdad, quién puede culparle.

'Virgen a los 40' como comedia sigue siendo divertidísima, pero como análisis breve de nuestra actitud hacia el sexo es magnífica.
Porque sí, quién podría culpar al modesto Andy de no haber estado con ninguna mujer, en una sociedad hipersexualizada donde todos los anuncios y revistas que se ven por la calle no dejan nada a la imaginación, donde la charla del lunes por la mañana es la tía buena que te ligaste el sábado y la simple palabra "virgen" es una maldición de la que alejarse cuanto antes.
Todas estas cosas están presentes continuamente en la vida de Andy, felizmente ignoradas hasta que sus compañeros de profesión se enteran de que nunca la ha metido en caliente. La singular caza de brujas que conlleva admitir que se es virgen es graciosa, pero también (y esto es la clave) muy humana, sin más frustración que la que el propio Andy quiera añadirse a su ego.

Porque es fácil darse cuenta de que tanto los compañeros de su tienda como la gente que les rodea están atrapados en ese ciclo del sexo como validación social, dejando sus propios sentimientos a un lado por un estatus que, a la larga, solo sirve para cubrir propias inseguridades, nunca para una satisfacción que no sea inmediata. El sexo sin amor, ese celebrado en anuncios y revistas por la calle, puede ser bueno, pero nunca podrá cubrir el desengaño amoroso de Paul, o el compulsivo adulterio de Jay.
Era un fina línea que superar y la historia aprueba con nota pasando por ella: al contrario que en miles de comedias adolescentes donde mojar es la principal y única preocupación, aquí se habla de hacerlo porque se quiere, no porque nadie te tenga que obligar. Si tienes que quedar bien con alguien, mejor que sea contigo mismo, sin tener que follar a la vigésima cita porque otros te han dicho que es lo normal.
"Lo normal", de hecho, no existe: una revelación que estaba de fondo, hasta que una mesa redonda sobre sexo de padres con hijos nos muestra, con gracia pero con acierto, que sigue habiendo un cierto prejuicio a recalcar nuestra diferencia, solo por miedo al qué dirán. Pero es ahí cuando nuestro protagonista, gratamente pánfilo y humilde, con el riesgo de quedar en ridículo ante machotes que lo hacen varias veces al día, decide salir a defender a un chica que necesita la misma comprensión que a él nadie le dió.

Quizá sea por ese carácter que no necesita ser macho man por el que encuentra a Trish, la primera persona por la que es capaz de arriesgarse, perdiendo su identidad clasificada en muñecos de plástico. Porque en sus otros intentos de polvos de una noche solo estaba el placer individual, ninguna satisfacción que implicara a la otra persona.
El acierto es darse cuenta de que, precisamente, el amor es una cosa de dos, que no admite el "qué dirán". Y el sexo, también.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow