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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Comedia. Fantástico. Drama Neal Oliver es un joven artista, pero su padre no está de acuerdo con la elección y quiere que vaya a Oxford. Todo cambia cuando Neal conoce a O.W. Grant, que concede exactamente un deseo por persona. Neal pide respuestas, y a partir de entonces deberá encaminarse a la inexistente Danver por la inexistente Interstate 60, una carretera que no está en los mapas. Durante su viaje, Neal espera encontrar a la chica de sus sueños. (FILMAFFINITY) [+]
11 de julio de 2017
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El coche en marcha, la capota levantada, la radio sonando.
Todo eso junto al sol en el horizonte, como promesa de un destino que se cumplirá.
Una imagen de "road movie" mil veces repetida, que no por simbólica deja de tener cierto aire a viejo siglo pasado, en un mundo en el que cada vez vamos más rápido de un sitio a otro, sin pararnos en los insignificantes, misteriosos y necesarios puntos entre medias.

'Interstate 60: Episodios de la Carretera' se propone descubrir esos puntos. Sin ruta de guía, sin tiempo estimado, sin mucho que perder y todo que ganar.
Neal Oliver, antes de su obligado paso a la universidad, busca una respuesta; no una certeza, no un deseo, tampoco un sitio seguro: por eso se lanza a la aventura, siguiendo los dictados de la Interestatal 60, desoyendo amigos y familiares, probándose a si mismo antes de tener nada que probar a nadie.
El responsable de que haya sido capaz de encontrar la mítica carretera inexistente es U.S.D. (Un Solo Deseo) Grant, un extraño genio de la lámpara impresionado por las ambiciones del recién graduado: el primero en mucho tiempo que le propone un reto en vez de algo fácil de conceder, una posibilidad en la que quizás merezca más aprender que hacer lo de siempre.

Durante el viaje, sucede todo y a la vez nada: vallas publicitarias anunciando la particular Beatriz de esta divina comedia, lujuriosas autoestopistas buscando la quimera del polvo perfecto, desesperados adictos a una vida sin expectativas, patéticos críticos inundados de superioridad moral y hasta hábiles hombres de negocios que descifran el enigma de este mundo desde la imperturbabilidad de la experiencia.
Cada recodo de la carretera guarda una sorpresa y una enseñanza, pero en el fondo también solo una nota a pie de página: es el espectador, o Neal, quienes eligen convertir esas pequeñas y a veces surrealistas historias en lecciones que aplicar a su propia vida.
Quizá porque hace falta estar fuera de todo, venir de ninguna parte, para apreciar a dónde vamos, o al menos a dónde no queremos dirigirnos.

Hablaba antes de Divina Comedia: Neal no lo pasa tan mal como Dante, pero sus caminos son parecidos porque ambos se enfrentan a tentaciones y verdades, con un particular guía de excepción que les enseña la importancia de valorarlo todo en su justa medida (Gary Oldman haciendo de U.S.D. Grant, en uno de sus más carismáticos papeles).
Lynn, la modelo que se le aparece a Neal, surge entonces como coherente meta final de un viaje extraño y a menudo real como la vida misma, donde no hay héroes que viajan arreglando problemas ni experiencias que encuentran un sentido superior.
Solo hay gente en la carretera, personas con las que todos nos hemos cruzado y todavía nos podemos cruzar, que se ven de otra manera cuando se busca respuesta a esos extraños caminos que nos depara la vida.

¿Qué cuál es la respuesta al final?
Cada quién sabrá, parece decir U.S.D. Grant.
En esa carretera los "y si...", los "quizás", las decisiones tomadas, las vías abandonadas, se cruzan para no regresar jamás. De hecho, en todas las carreteras podría decirse que sucede lo mismo.
Un estudiante podría ser un fugitivo portando sospechosa mercancía, un genio puede convertirse en traviesa conciencia, y una fantasía de valla publicitaria puede pasar a ser una mujer de carne y hueso, tan perfecta como todo lo que es demasiado bueno para ser verdad.

Pero la mejor sensación que se desprende de este viaje es que no necesitamos fantasías "demasiado buenas para ser verdad", sino sólo vivencias reales, imperfectas, sin necesario principio ni obligado final.
Tan solo seguir impulsos, corazonadas, y hacerlo desde nuestra propia perspectiva, tan correcta o equivocada como pudiera ser la de cualquiera (pero por lo menos, nuestra). Es el misterio de lo que podría ser lo que nos llama a algún sitio, pero, con suerte, y como se dice en un momento clave de la película, nos quedamos al aprender que lo único perfecto es lo que nunca se ha vivido.
Alguna respuesta nos llega después de todo eso; si es que después de hacer lo que queremos, como queremos, seguimos necesitando una para permanecer en la propia carretera.
Charles
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