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España España · Madrid
Voto de Charles:
5
Terror. Fantástico Años después de los incidentes en Elm Street, la joven Nancy se ha convertido en una psiquiatra especializada en terapia del sueño, pero Freddy también sigue en activo, y comienza a aparecerse en los sueños de varios de ellos. Nancy los reúne a todos en busca de una forma de parar al monstruo. Para ello, los pacientes aprenden a desarrollar habilidades especiales en sus sueños. Alguno puede ser un mago, otro un superforzudo, un maestro ... [+]
9 de septiembre de 2017
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Desde el principio, se nota la sacada de pecho.
Una cita ilustre abre la pesadilla, que tiene lugar en la casa más siniestra del mundo, donde un puto loco con cuchillas de metal carga contra ti corriendo por el pasillo, mientras no puedes despegarte del suelo por más que lo intentes.
Freddy volvía, querido por su propia productora, dispuesto a continuar saga y con más medios que nunca para su carnicería.
Y, aunque el maquillaje de gran producción mal no le sentaba... poco le favorecía.

'Los Guerreros del Sueño' no es un mal tercer episodio de la saga Elm Street, pero da una sensación de grandiosidad poco conveniente: lejos queda el tono barroco y malsano de las dos anteriores, porque la pasta manda y cuanto más grande, mejor.
Lo que antes era un sudoroso escalofrío ante imágenes perturbadoras ahora se queda en ligera sensación de aventura, levemente puntuada por alguna sangre bien puesta o un Robert Englund entonado (el mayor activo de la saga, más autoconsciente que nunca).
Aún con todo, esta secuela logra el aprobado porque, en conjunto, hace algo a lo que muchas otras le tienen alergia: evoluciona el concepto original y lo expande, haciendo que los adolescentes de turno puedan plantar cara a Freddy gracias a sus mismos poderes del sueño.

Capitaneados por la inestable Kristen, un grupo de jóvenes logran percatarse de que una presencia maligna les persigue cuando duermen, y poco a poco van haciéndose cada vez más conscientes del mal al que se enfrentan, originado por una tragedia de años atrás que carece de significado para ellos.
La retorcida lógica de "los pecados de los padres los pagarán los hijos" impulsa a Freddy, omnipotente al principio y progresivamente más arrinconado a medida que los chicos sueñan con su propia mejor versión, y eligen plantar cara a un entorno que les reprime y desatiende, que les deja en el olvido y la muerte solo por lo que sus trastornos no les han dejado ser.
Hay algo de curiosa justicia poética en el enfrentamiento: una serie de marginados psicopáticos se enfrentan al producto de una serie de psicópatas dementes, en un reino onírico que todos sus predecesores han pasado por alto, donde la justicia es una extensión de la imaginación y el tormento cuestión de voluntad débil.

Freddy muta en fálico gusano, mecánica televisión y marionetista sádico (impresionante para la época), variando la estrategia del matar primero y bromear después, para infundir puro terror en el corazón de sus guerreras víctimas: escalofriante silla torturadora para el paralítico y grimosa inyección múltiple para la drogadicta, el señor de las pesadillas se da cuenta de que una muerte sabe más dulce cuanto más desesperada se produce (eso sí que da miedo).
Basta ese renovado sadismo para subir cierto interés a esta historia, que ni revelaciones sobre el mito Krueger o el retorno de Nancy (qué mala es actuando la cabrona) pueden levantar del todo.

Al final, y pese al estimable esfuerzo de Patricia Arquette por ser algo más que otra reina del grito, da la impresión de que, si la saga sigue, es por ese ser horrendo que ni los padres pueden enterrar del todo ni los niños pueden dejar de soñar.
Freddy Krueger es la estrella, pese a todo y (contra) todos.
Charles
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