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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Thriller Vee Delmonico (Emma Roberts) es una joven y tímida estudiante de secundaria que decide apuntarse a Nerve, un provocativo juego online de 'verdad o acción' en el que la audiencia observa todo, vota y además comenta. Al principio logra mucho éxito y disfruta la situación, sobre todo gracias a los premios que ofrece el juego. Así, empieza a competir junto a un misterioso extraño (Dave Franco), que será su compañero de equipo. Pero, a ... [+]
23 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tendemos a pensar que la pantalla del ordenador o el móvil es solo una ventana.
Una amplia y grande ventana, a través de la cual vemos el mundo sin adulterar, nos mostramos al mundo sin adulterar y por si fuera poco interactuamos directamente con el mundo.
Lo que no nos paramos a pensar es que las ventanas normalmente se abren, y eso es algo que ya está sucediendo: redes sociales, famas ganadas por visitas rozando lo voyeur, o vidas mostradas hasta el punto en que la intimidad solo es una palabra sin significado. Hemos convertido la red en un enorme ventanal donde cada cual puede entrar o mirar según quiera, sin límite para las reservas y escrúpulos.

Justo ahí comienza 'Nerve', y cuaja su historia alrededor de toda esa hiper-realidad que nos hemos formado.
Venus, Vee para los amigos, nunca ha sido la chica extrovertida de su grupo de amigos, todo lo contrario que su amiga Sydney, pero la aplicación del mismo nombre que el título la llama poderosamente, prometiendo una suerte de manzana prohibida que merece la pena probar, aparte de servida por la presión social inherente a la juventud centrada en vivir el momento, y preocuparse más tarde de sus consecuencias.
¿Pero qué consecuencias pueden existir en retos online? Que seas más famoso (el rugiente cariño de tus followers adorándote, un privilegio jugoso) o que veas el culo de una animadora cumpliendo un reto ante todo su instituto. No parece nada peligrosa ninguna de las dos cosas, la verdad, a lo poco te echas unas risas. Y de fondo está esa promesa difuminada de, quizás, encontrar algo que merezca la pena el riesgo...

Cuando Vee entra en Nerve todo se transforma a su alrededor: del contenido retrato de adolescentes que era pasa a ser una explosión de neones coloridos, que resaltan quizá de la mejor manera posible lo surrealista de todo lo que se está viviendo. O quizá solo representan mejor que nada ese mundo online masificado e inmediato, donde las cosas relativizan su valor y todo parece estar al alcance de cualquiera, dándole aire de sueño febril para una Alicia que ha ido a parar a su propio país de las maravillas.
Pronto cruzará sus caminos con Ian, y ambos se convertirán en la pareja de moda mientras los seguidores no paran de aumentar y los retos subir de dificultad. Qué más darán los peligros o las consecuencias, cuándo esa noche mágica por el centro neoyorquino probablemente sea el sueño de toda adolescente que hasta hace dos días veía confinada su vida en un bloque de apartamentos.
La historia juega con la inmediatez y la emoción de forma desenfadada, y casi se le podría reprochar que durante unos minutos todo parezca sacado de una novela juvenil rosa, pero las malas caras de Sydney al ver subir la popularidad de su amiga nos recuerdan que no todo es de color rosa. El sueño de neón parece demasiado bueno para ser cierto.

Entonces, lo que hasta hace solo un segundo estaba siendo una aventura romántica con el anonimato de red social como instigador y celestino de la pareja, pasa a ser otra cosa, más peligrosa de lo que en principio se había pensado.
'Nerve' no juega a la sutileza: sus rápidos montajes de información digital pasan volados resaltando un par de elementos molones, mientras que sus jugadores en su comportamiento extremo se parecen cada vez más a la turba furiosa de una película de terror, con la infaltable cámara del móvil siempre pegada a la cara como una ávida boca sedienta de morbo. Creo que en el fondo no necesita ser más sutil, porque sus cartas son esa sobrecarga de información y acciones aleatorias, que dibujan una realidad virtual espeluznante, donde cualquiera puede jugar, pero también ser juzgado por cualquiera.
El anonimato internetero, y su uso para favorecer el morbo, impregnan toda la experiencia de Vee e Ian, que más pronto que tarde se verán pasando de un paseo romántico a un coliseo virtual forjado por un público frenético que no deja de pedir más y más. Son momentos en que la película funciona casi como una ciencia ficción exagerada, pero funcionan porque en su exageración nadie duda de que son casi una realidad.

Y la realidad es que lo que está en las redes somos nosotros, sin adulterar, pero también sin leyes ni fronteras.
¿Que quiero seguir a esa tía y revisar todo su perfil, de paso toda su vida? Lo hago. ¿Que me apetece lanzar el reto y esconder la mano porque a mi no me va a salpicar? Lo hago. ¿Y si me apetece decidir el destino de dos prisioneros de un juego virtual con solo un deslizamiento de mi pulgar? También lo hago.
Todo eso existe, y nadie lo puede negar. Vale la pena preguntarse hasta dónde llegaría nuestra moralidad en este amplio ventanal.
Charles
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