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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Thriller. Acción Max (Jamie Foxx) lleva doce años detrás del volante de su taxi y está curado de espantos. Las caras pasan por el retrovisor, la gente y los lugares entran y salen de su vida. Pero una noche, en Los Ángeles, se ve obligado a llevar como pasajero a un asesino a sueldo (Tom Cruise) que está cumpliendo un encargo. (FILMAFFINITY)
3 de noviembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La noche cae sobre Los Ángeles.
En los edificios quedan luces encendidas, en las calles cuatro almas mal contadas.
Un piano gotea sus sonidos sobre la estampa general, metiéndonos por los oídos un poso melancólico de madrugada.

Para Max, es el mejor momento del día: tan solo llevar a sus pasajeros, si acaso divertirse haciendo apuestas con ellos sobre la exactitud del trayecto en taxi. Pero lo hace sin ninguna malicia, tan seguro de su triunfo que, incluso cuando gana, no se permite a si mismo aprovecharse de la apuesta ganada.
Tan íntegro es, que le basta con saber que es el mejor en su trabajo.
Sencillamente, es de esa clase de personas que ahorran, medran, trabajan y piensan constantemente en una meta, conformándose con los pequeños detalles por el camino; como una mujer atractiva dándote su tarjeta, con la obvia insinuación de que la llames.
La vida perfecta dirían algunos, sin nada más a lo que aspirar que lo perfectamente alcanzable (ya es bastante bueno haber conseguido esa tarjeta, mejor no llamar a la mujer para no estropearlo).

Pero esta noche en concreto esa vida va a desaparecer.
Vincent se dirige a su taxi, resolutivo y seguro, no muy diferente de los miles de trajeados que ha llevado Max, en todos esos años gastados para poder fundar su propia compañía de limusinas. La carrera se adivina rutinaria, limpia como las demás, posiblemente bien recompensada.
Entonces se desata el infierno: es puro prodigio ver como Michael Mann consigue convertir la noche en calma en una tensa relación de conveniencia, en apenas dos acciones. Porque Vincent no ha entrado al taxi de Max para un simple desplazamiento, sino para un tour sangriento por todo Los Ángeles.
Los motivos del inquietante pasajero se irán desvelando poco a poco, en una frenética carrera por las calles, atentos a la policía que les pisan los talones a ambos.

Aunque no es ese el principal interés de la historia.
Max y Vincent son tan diferentes como la noche y el día, así que verlos forzados a colaborar, escapar, inventar... es la excusa perfecta para lanzar un par de arañazos hirientes a la cultura del trabajador medio, ese que evita líos porque "no son su cosa".
Sorpresa, resulta que los líos están por todas partes, y si eres lo suficientemente humano vivirás para tener que enfrentarte a ellos. Vincent introduce de cabeza a Max en un juego sucio y cruel, adjetivos que para el pobre taxista parecían ni existir, y le muestra la fealdad a su alrededor, lo fácil que es para los ciudadanos de esa gran ciudad no socorrer al que grita, o atender al que suplica.
Max, desde la ventana de su taxi, vivía ajeno a esa realidad hiriente, que a fuerza de negarla se acaba convirtiendo en ruido de fondo. Cuando la verdad es que todos somos pasajeros de esta gran ruleta llamada vida, y el día menos pensado te puede tocar a ti ser el muerto del vagón, el que nadie atiende porque todos los que lo ven tienen suficiente con lo suyo, según Vincent.

No tenemos suficiente integridad para pagar la cuenta del taxímetro.
Porque Cruise tiene una sonrisa tan sincera que, incluso siendo el villano, creemos que todo lo que nos ha dicho es cierto.
Charles
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