Decía J.J. Abrams que esta película sería un "pariente consanguíneo de Cloverfield" (aquella curiosa cámara encontrada que nosotros conocimos con el monstruoso nombre de... 'Monstruoso').
Una vez vista, se puede decir que no mentía: el foco de nuevo se fija en caras anónimas, las típicas que en cualquier desastre serían recolectadas como daños colaterales, pero que a la larga son las que más sufren las consecuencias del conflicto.
Por eso, más que una secuela, se puede hablar de una antología que nos pone el punto de vista a ras del suelo, cara a cara de seres humanos que podrían ser cualquiera, enfrentados a algún terror desconocido e insospechado.

O quizás no. En realidad nadie sabe qué pasa ahí fuera.
Howard, un John Goodman de mirada impenetrable, nos dice que no está pasando nada: todo ha desaparecido, nuestro mundo ha dejado de existir. Sabemos exactamente lo mismo que Michelle, nuestro punto de vista, pero nadie es capaz de confiar ciegamente cuando se despierta en un bunker encadenada a una cama.
'Calle Cloverfield 10' juega así con la más pura inquietud al dar la vuelta a los códigos del suspense, haciendo que la caja que siempre queremos abrir para descubrir la sorpresa no exista. Nosotros ya hemos abierto la caja, estamos dentro de ella. Pero lo que hay fuera no lo sabemos.

Todo puede haber sido: desde un ataque nuclear a gran escala hasta una invasión extraterrestre, pasando por la invención de una mente freída en paranoia, que por alguna desconocida razón ha querido tener invitados en su refugio particular.
Howard aparece así como una figura paternal de la que Michelle no se puede desprender, pero también como la prueba viviente de que hay algo que falla en ese pequeño edén subterráneo, demasiado preparado en cada minucioso detalle, como para no ser también la perfecta realidad que su creador querría que fuera.
John Goodman descubre, sin prisa pero sin pausa, pequeños rincones desconocidos de ese lugar, al igual que deja entrever reacciones o rutinas capaces de hacernos creer que es un loco, y que puede tener razón. Porque querríamos que solo fuera una de esas dos opciones, y no nos damos cuenta de lo terrible que sería que ambas fueran ciertas.

En la misma línea, el desarrollo busca anticiparse a cualquier conjetura del espectador: ni te van a mentir ni te van a contar toda la verdad, pero puede que te hayan mentido en algo particular o te cuenten una verdad a medias.
'Calle Cloverfield 10' evita ser solo un mero fuego artificial dando espacio (valga la ironía) para que sus personajes respiren, y no seamos capaces de encajonarlos en blancos y negros. Hemos acompañado a Michelle hasta ese búnker, tan lejos, porque antes de llegar ya nos ha contado de que está huyendo.
Y cada uno tiene una teoría sobre todo lo demás, tan válida como la tuya. El elemento humano sale a relucir ante las catástrofes, probablemente por eso la serie Cloverfield es tan bienvenida: porque es capaz de poner rostro y voz a los anónimos, demostrando que ni en un apocalipsis nos libramos de los demonios que nos persiguen, atrapan, o hace mucho que se quedaron con nosotros.
Todos esos ya estaban con nosotros, dentro de la caja, antes de que el mundo dejara, o no, de existir.

Eso sí, si algo tiene de avance esta historia frente a su lejana predecesora, es la agradecida evolución de sus protagonistas, de lejanos testigos a activos luchadores por su supervivencia, sin que dejemos de estar a su lado en todo momento.
Todo un reto, y todo un triunfo, teniendo en cuenta que en otro tipo de película serían curiosidades anónimas.