Es una pena estar a las puertas de la jubilación tras años y años de trabajo intenso, incluso recibir una caña de pescar de tu compañero, y no poder llegar a gozar del mejor final posible a tu existencia. Puede que sea incomprensible para algunos que esos dos polis estén protegiendo en un hotel a un político, ejerciendo de guardaespaldas, y en las escenas siguientes a esa introducción anden tras la pista de un falsificador de billetes. No es la mejor manera de empezar; o te dedicas a las labores de un departamento o no, porque no es lo mismo poner multas de tráfico que enfrentarte pistola en mano a lo peor de la mafia.

Sin embargo el aspecto californiano de la cinta la hace inevitablemente atractiva, por muchos fallos que encontremos en la historia. Hay muchos personajes interesantes y un final potente que al menos los espectadores poco exigentes nos merecíamos. Si uno se obliga a sí mismo a ser paciente con los thrillers policiales de este estilo, porque todo es típico y ya se había visto antes, al menos es gratificante toparse con algo que valga la pena aunque sea en el final. "Vivir y morir en Los Ángeles" tiene su recompensa final, qué menos. Hasta ese momento el juego del gato y el ratón entre malos y buenos tiene momentos buenos, pero nada es excepcional, ni siquiera la violencia desatada, que ya se ha visto antes en mi películas.