Se me ocurren muchas cosas malas sobre "The Rider", pero hoy quiero ser mejor de lo habitual. Lo habitual es pensar en negativo cuando a una película con una valoración media elevada se le puntúa para abajo, como es mi caso, con un cinco pelao. Esas cinco estrellas mías empujan hacia arriba, es la idea principal que quería destacar de mi punto de vista una vez liquidado "The Rider": empujan esas cinco estrellas hacia arriba, como el firmamento que vemos de Dakota del sur cuando nuestro protagonista y sus colegas se toman unas cervezas, tocan la guitarra y hacen una hoguera en el monte para celebrar que están vivos.

Ese hombre, ese chaval, no tendrá una vida fascinante para muchos de nosotros, urbanitas del primer mundo, y miramos con recelo al paleto de turno que sueña y vive para seguir siendo lo que mejor sabe hacer, que no es otra cosa que montar a lomos de caballos y toros de muy mala leche. Ese hombre, ese chaval, es buena persona. Hay un momento en el que de vuelta de visitar a su hermano (o su colega, vete a saber, y da igual, no me quedó claro si ese 'brother' es porque es hermano o colega), le da por ponerse a llorar. Ese actor, sumido en la interpretación de un personaje que parece vivir en la atonía más simple, hace su trabajo de forma brillante y en ese momento es capaz de transmitir una ternura especial.

Llora, porque la situación de su colega (o hermano) es una gran putada. Tal vez también llora por él mismo, por la situación familiar y laboral, tal vez llora por su caballo Apolo, no importa, lo que quería decir son cosas buenas sobre "The Rider" y me quedo corto. De las cosas malas ya se encargarán otros, mis cinco estrellas empujan y empujan pero no puedo valorarla mejor.

Es triste trabajar de reponedor en un supermercado cuando lo tuyo es la acción, pero la inmensa mayoría tenemos que vivir como podemos, no como queremos.