A partir de hoy "El ladrón de cadáveres" se convierte en uno de mis títulos de terror preferidos y por ello no voy a dejar de recomendarla a todo el que pueda. En esta ocasión discrepo de la nota que tiene pero por defecto, considero que es de ocho o más, porque se le puede pedir más, pero lo que tiene es sencillamente tremendo. Parte de un conocido texto de la literatura universal, lo cual es una excelente base, pero lo que hace Robert Wise con los elementos que tiene es de una maestría considerable teniendo en cuenta su escasa experiencia como director hasta la fecha. Partiendo de una base de producción mínima lo importante es centrarse en las atmósferas, en los juegos de luces y sombras de una ciudad opresiva, con tabernas, niebla y un cementerio al que jamás me acercaría. Y lo que hace Wise con esos elementos y su historia es sencillamente ejemplar.

Boris Karloff es aquí un verdadero actor, sin maquillajes angulosos, sentado en la taberna discutiendo con el doctor, explicándole por qué lo tiene en sus manos, mostrando una maldad que está por encima de efectos especiales, más terrorífico que cualquier monstruo de la época, que cualquier extraterrestre. Boris Karloff es el verdadero fenómeno de este largometraje, por encima de un mínimo Lugosi que apenas aparece. Es cierto que en el siglo actual si una película de terror no tiene más de cinco buenos sustos no se la tiene en cuenta, de manera que ese mismo espectador del actual siglo verá "El ladrón de cadáveres" y puede que le entre la risa, mientras que yo me emociono al comprobar que soy capaz de valorar un tipo de cine basado en una trama absolutamente brutal. Robar cadáveres, tal cual, es suficiente afirmación terrorífica.